Fascinación por la URSS.
Como ya sabrán, la fascinación que se sentía por la URSS en aquellos tiempos de la II República española, rayaba en el fanatismo. La propaganda soviética, toda ella mentira, invadía casi toda España. Hay un libro intitulado “La fe que vino de Rusia: la revolución bolchevique y los españoles (1917-1931)”, Biblioteca Nueva UNED, Madrid 1999, 350 páginas, Autor Juan Avilés Farré, en el que se ve la influencia soviética, principalmente en el período comprendido entre la revolución de Octubre y la proclamación de la República. Ni qué decir tiene que la información que se recibía de “la patria del proletariado”, era oscura, confusa y muy limitada.
Cuando la URSS nombró a Lunacharsky
embajador soviético en Madrid, fue recibido con los brazos abiertos, aunque el
“pueblo soberano” no tuviese ni puñetera idea de quién era ese sujeto. Como es
lógico, empezaron las deliberaciones para ver quiénes serían los representantes
republicanos que se instalarían en Moscú. Como es obvio, dichos representantes
tenían que ser personas que habían conocido algo de la URSS. El candidato más
idóneo era Julio Álvarez del Vayo.
El tal Del Vayo había dicho muchísimas veces públicamente que sentía una gran
admiración por la URSS, ya que diez años antes había viajado a aquel país, viendo
solamente lo que le enseñaban. Producto de este “conocimiento” de la citada
URSS fueron sus libros “La nueva Rusia”, “Rusia, doce años
después” y “La senda roja”. Como no podía ser de otra
manera, Del Vayo, que a la sazón era embajador del República en Méjico, fue
elegido para ocupar el cargo de embajador con el beneplácito de Azaña que,
curiosamente, un día calificaría a Del Vayo como tonto.
Sin embargo, y como recordarán, el gobierno de Azaña fue sustituido por el de
Lerroux, lo que hizo que Del Vayo presentase la dimisión quedándose sin el
cargo de embajador.
Diversos acontecimientos, entre ellos la muerte de Lunacharsky en Francia, no
hicieron posible establecer las relaciones hispano-soviéticas, cosa que se
produjo en agosto de 1936, cuando ya había estallado la guerra.
¿Figurará esto en la “memoria democrática” de “Su Sanchidad” y de Sor Yolanda?
Continuará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario