Como ya sabrán, cuando a Lenin le decían que la realidad no estaba de acuerdo con el comunismo, contestó con aquella célebre boutade “Lo siento por la realidad”. Lo cierto fue que precisamente esa realidad se encargó de desmontar pieza a pieza el sistema, sistema que mantuvo todo tipo de batallas y compromisos para establecer “el porvenir radiante de la Humanidad” y crear “el Hombre nuevo”.
Para este intento recurrió, y
recurre, a todo lo habido y por haber: desde las armas, hasta la más exagerada
propaganda, ya sea descubierta o con malévolas y oscuras complicidades. Lo que
había, y hay que conseguir, era, y es, exportar
el régimen a todo el mundo. Y como el asunto iba a ser difícil, por no decir
imposible, se creó un poderoso ejército para la sovietización no ya de Europa,
sino de todo el mundo.
Aparte de esto, se valió, y se
vale, de la acción diplomática, con identidades falsas; de agentes e
“instructores” provocadores; de colaboradores de todo tipo, incluso los más
insospechados.
También se valió, y se vale, de
la prensa mendaz y corrosiva al más puro estilo gramsciano; de la literatura
venenosa; del soplo al oído de gentes que ingenuamente creían, y creen, en el sistema que predicaba a los cuatro
vientos la gran mentira del pacifismo y del desarme, cuando en el fondo estaba
creando una poderosa máquina de guerra, mientras las hambrunas campaban por sus
respetos en la “patria del proletariado”, o en la “matria”, oiga.
No hay que olvidar que el Ejército
Rojo, creado por decreto el 28 de febrero de 1918 era, según la propaganda, el
mayor ejército del mundo desde los años cuarenta del pasado siglo XX, hasta el
derrumbe oficial de la URSS en diciembre de 1991. A pesar de esta “grandeza”
del ejército, no pudo derrotar al de Hitler hasta que la URSS no recibió la
ayuda militar de EE.UU., Inglaterra y Canadá (Véase nuestro artículo “LXXX aniversario del comienzo de la II
Guerra Mundial” ( V ), insertado en este blog con fecha 11-5-2019, en el
que se documenta el material bélico recibido por la URSS procedente de los
citados países, y sin el cual Stalin no habría podido derrotar a su antiguo
amigo Hitler).
La “grandeza” de dicho Ejército
Rojo, también era debida a que representaba a una ideología que irradiaba todo
tipo de esperanzas, las cuales se “contagiaban” al mundo fuera de las fronteras
de la URSS, según la propaganda soviética.
En fin, sólo diremos que el
comunismo, allí por donde pasa y se establece, y como ya está sobradamente
demostrado, no deja más que ruinas, miserias, cenizas, bota, bozal, grillete,
oír, ver y callar, y regueros de sangre.
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