El título completo del libro es “Fidel y Raúl. Mis
hermanos. La historia secreta. Memorias de Juanita Castro contadas a María
Antonieta Collins”, autora Juana Castro Ruz, Colección DEBOLSILLO,
publicado diciembre 2016, 429 páginas, más otras 17 que aparecen al final del
libro con fotografías de la familia Castro-Ruz y de otras personas.
Como decíamos en las anteriores entregas, de todos los
libros que hemos comentado en este blog sobre la tiranía castrista, éste y “La
vida oculta de Fidel Castro”, son los que más nos han impresionado. La obra
está escrita por una hermana de Fidel y de Raúl, Juanita, que nos narra la vida
familiar, amén de unos hechos que influyeron en casi toda Hispanoamérica. Por
el libro desfilan personajes que participaron en la revolución cubana, tales
como Che Guevara, Camilo Cienfuegos, Raúl Castro, etc.
En el Capítulo 6 intitulado “¿Qué hubo de malo en
eso?”, páginas 78 a 83, nos comenta Juanita algo de cómo era su hermano
Fidel:
“Fidel siempre fue muy quejumbroso,
especialmente porque de niño era indisciplinado y exageraba las cosas para
lograr lo que quería. En este caso está claro que no quería estar en casa de
las amistades de mis padres y que quería regresar a la finca, entonces comenzó
a inventar cosas”.
En otro párrafo nos dice:
“En la infancia y adolescencia Fidel
hablaba, pero no tanto ni por tantas horas como lo hizo después. Allá en la
finca tenía otro tipo de actividades, como la lectura . . . Fidel era
reservado, se iba de cacería, siempre andaba comprando rifles y pistolas, pero
hablar en esa forma en que se desató con los años, no, así no fue de muchacho.
En junio de 1945 Fidel se graduó de
Bachiller en Letras con notas muy buenas, y en la ceremonia de graduación mi
mamá fue su madrina porque así se usaba en el Colegio de Belén: los muchachos
llevaban de madrina a sus mamás”
En el siguiente párrafo no dice Juanita:
“En uno de los viajes a la finca, mi papá
le compró su primer carro, y fue ahí donde me di cuenta de que Fidel había
comenzado a ser egoísta, algo con lo que definitivamente no creció. Resulta que
Ramón, que siempre ayudaba a todo el mundo, fue quien acompañó a mi papá a
comprar el auto de Fidel, y además fue quien le enseñó a manejar. Cuando el
auto llegó, Fidel no quería que nadie lo tocara, ni siquiera Ramón. Pero
estando en La Habana se lo prestó a unos compañeros de la Universidad para que
fueran a un acto en Matanzas y tuvieron un accidente que le desbarató el auto,
a menos de seis meses de haberlo recibido”.
Recomendamos leer este magnífico libro.
Continuará.
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