El título completo del libro es “Fidel y Raúl. Mis
hermanos. La historia secreta. Memorias de Juanita Castro contadas a María
Antonieta Collins”, autora Juana Castro Ruz, Colección DEBOLSILLO,
publicado diciembre 2016, 429 páginas, más otras 17 que aparecen al final del
libro con fotografías de la familia Castro-Ruz y de otras personas.
Como decíamos en la anterior entrega, de todos los
libros que hemos comentado en este blog sobre la tiranía castrista, éste y “La
vida oculta de Fidel Castro”, son los que más nos han impresionado. La obra
está escrita por una hermana de Fidel y de Raúl, Juanita, que nos narra la vida
familiar, amén de unos hechos que influyeron en casi toda Hispanoamérica. Por
el libro desfilan personajes que participaron en la revolución cubana, tales
como Che Guevara, Camilo Cienfuegos, Raúl Castro, etc.
En las páginas 33 y 34 nos cuenta Juanita unos
pequeños detalles cuando murió la madre de los Castro, Lina Ruz, en agosto de
1963, tres años y medio después de implantarse la tiranía castrista:
“No era un secreto que nadie en Cuba que
en ese agosto de 1963 mi relación con Fidel estaba prácticamente terminada. Y
tampoco era un secreto que eso era porque poco después del triunfo de la
revolución yo me había dedicado a sacar a gente de la cárcel y a ayudar a los
que quería ir. A causa de esto, en más de una ocasión lo enfrenté abiertamente,
y eso terminó con derrumbar nuestra relación.
Mis pensamientos fueron cortados por el
ruido familiar de puertas de autos que se abrían y cerraban rápidamente, así
como de pasos que entraban en mi casa: Fidel había llegado acompañado de su
séquito y, como de costumbre, de inmediato me interrogó sobre lo que había
pasado. Le expliqué todo.
-
Esta misma noche nos vamos a llevar a
mi mamá para sepultarla junto al viejo. Ya ordené que tengan listo un tren para
hacer el traslado.
Fidel tenía razón porque había que cumplir
su dese más grande, el que ella siempre nos repetía: ‘Cuando muera, yo tengo
que estar en Birán, junto a su padre, ¡en ningún otro sitio más!
Fidel le pidió a Raúl que se hiciera cargo
de los trámites oficiales, mientras Angelita, Agustina, mi tía María Julia y yo
escuchábamos los detalles sobre lo que él ya había decidido serían los próximos
pasos.
Con esa pregunta con la que Fidel había
decidido todo sin consultarme, había algo en lo que él no había pensado, que me
preocupaba: Enma, mi otra hermana que estaba en México.
-Hay que esperar a que Enma llegue, Fidel.
Está desesperada porque no hay vuelos que la traigan de inmediato a La Habana,
de otra forma no va a llegar al funeral.
Éste fue ‘mi encuentro del día’ con Fidel
mientras yo trataba de explicarle mi preocupación.
-
Ha buscado ayuda y nadie se la ha
podido dar, incluso habló con el ex presidente Lázaro Cárdenas, y éste le dijo
que la única posibilidad sería que tú enviaras un avión de la Fuerza Aérea
cubana por ella . . .
-
¡No! ¡De ninguna manera – me respondió
inmediatamente - ¡Por nadie hago concesiones burguesas porque ésta es una época
de gran austeridad de la revolución!
Enfurecida le respondí, sin importar quién
me escuchara:
-Si fuera un ruso o cualquier otro que a
ti te interesara, seguramente lo harías, pero no mueves un dedo por tu hermana
¡que quiere llegar a estar con su madre que ha muerto!”
En otro párrafo, nos dice la hermana de Fidel Castro:
“Nunca imaginé que aquel 6 de agosto de
1963, el día de la muerte de mi madre, marcaría el final de mi relación con mi
hermano”.
Continuará.
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