miércoles, 30 de mayo de 2012

La Ópera ( y X X V I )



Y con esta ópera de "La Bohème", terminamos. Esperamos y deseamos que os hayan gustado estos pequeños artículos dedicados al bell canto.




L A   B O H È M E


(Autor: Giacomo Puccini - Actos: IV)


Fuente.- En 1846 apareció en la revista parisiense Le Corsaria la sensacional novela por entregas Scènes de la ve de bohème, de Henri Murger (1822-1861). Popularizó el concepto de "bohemia", que comenzó a designar la vida más o menos despreocupada, pobre, pero sobre todo alegre, de los artistas de Montmartre del Barrio Latino parisiense. Las figuras que describe eran en su mayor parte auténticas, y no han faltado investigaciones para determinar su identidad y su verdadero destino. No vamos a indagar aquí si el cuadro de estos marginados de la sociedad que diseñó Murger es fiel o no a la realidad. De todos modos, es muy poético, además de romántico y conmovedor.


Personajes.- Rodolfo, un poeta (tenor); Marcel, un pintor (barítono); Schaunard, un compositor (barítono); Collin, un filósofo (bajo); Mima (soprano); Musite (soprano); Benoit o Bernard, el casero (bajo); Parpignol, vendedor de juguetes (tenor); Alcindor (bajo); aduaneros, soldados, niños, pueblo.


Lugar y época.- París, 1830


Argumento.- El telón se levanta sin preludio orquestal. Ésta era una práctica introducida por el verismo que aparece no sólo en las obras italianas de la época sino también en Salomé y Elektra de Richard Strauss. Puccini había compuesto ya Manon Lescaut sin obertura y mantuvo esta práctica, menos en el caso de Madame Butterfly.




Una especie de leitmotiv de la vida bohemia nos presenta la buhardilla del Barrio Latino donde trabajan y viven Rodolfo, el poeta, y Marcel, el pintor, y cuyos más frecuentes visitantes son el compositor Schaunard y el filósofo Collin. Rodolfo está sentado ante un manuscrito; Marcel pinta... hace demasiado frío para estarse tranquilamente sentados. Rodolfo ha de sacrificar un manuscrito para avivar un poco el fuego de la estufa. La pobreza se ve en todas partes, pero no impide el buen humor de los moradores de la buhardilla. Collin vuelve con las manos vacías de la casa de empeños. Pero de pronto se abre la puerta y, como por un milagro, aparece Schaunard con comida, vino, tabaco y leña. Un lord loco le ha pagado una suma considerable por alguna razón ridícula. Los amigos pueden celebrar la Nochebuena, cuyas primera luces acaban de encenderse en la ciudad.




Pero se presenta un gran peligro: llega el viejo casero para cobrar los alquileres no pagados. Los amigos lo invitan a un vaso, y el vino desata la lengua de Benoit, de manera que cuenta dos antiguas aventuras de amor eternamente añoradas. Los jóvenes se "indignan" (¡un hombre casado que seduce a las jóvenes!) y lo echan con dignidad fingida... sin pagar el alquiler, como es lógico.


Entonces deciden pasar la noche en el Café Momus. Sólo Rodolfo se queda un poco todavía para terminar su artículo. Sin embargo, la inspiración no le obedece. Unos tímidos golpes en la puerta lo interrumpen: aparece una vecina cuya vela ha apagado el viento en la escalera. Rodolfo advierte su debilidad, la conduce a una mesa y le ofrece vino. A la joven se le cierran los ojos de agotamiento. El poeta la contempla largamente. ¡Tiene un rostro encantador a pesar de su palidez!. Poco a poco, la joven vuelve en sí, enciende la vela y abandona la buhardilla. Pero regresa en seguida: ha olvidado o perdido la llave. El viento vuelve a apagarle la vela. Entonces Rodolfo apaga también su lámpara. Sólo las lejanas luces de la ciudad iluminan la buhardilla. En ese momento Puccini da forma musical a una magnífica escena de amor: Rodolfo y la joven buscan la llave tanteando en el suelo... el poeta la encuentra y se la guarda... sus manos se tocan ¡qué frías están las de ella!.




Y como si el contacto de sus manos abriera en estos seres cámaras secretas del corazón, comienzan a contarse sus vidas. Rodolfo primero: habla de sus sueños, de sus fantasías. Las melodías se extienden con amplitud: toda la felicidad anhelada por el poeta está en ellas. Luego responde la joven: se llama Lucía, pero le dicen Mimi.




¡Con qué delicadeza describe Puccini cada detalle del relato de Mimi!. Es costurera, hace flores con telas y sedas, allí, en su buhardilla. Su voz la hace aparecer tímida, como si las primeras palabras surgieran con vacilación de su alma. Sin embargo, su relato se transforma en melodía, florece lleno de calor con la aparición de los primeros rayos de la primavera... pero vuelve a caer en la fría realidad y termina con unas palabras casi habladas: no tiene nada más que contar sobre sí... que el vecino perdone la molestia. Sin embargo, Rodolfo y Mimi ya no pueden separarse. Son dos solitarios y en ese momento se abrazan temblorosos e inmensamente felices. Una melodía de amor une sus voces sobre el lejano contrapunto de los amigos y la Navidad de Paris. Abandonan la buhardilla cogidos del brazo para celebrar juntos la noche.




El segundo cuadro describe la actividad festiva que hay ante el Café Momus del barrio Latino. Han puesto mesas en la acera, los vendedores ambulantes pregonan sus mercancías, niños y soldados dan vida al abigarrado conjunto. Los amigos y otros muchos bohemios celebran la noche con alegría y despreocupación. Rodolfo ha comprado a Mimi un ramillete de rosas. Marcel, Collin y Schaunard, sentados alrededor de una mesa, reciben cordialmente a la pareja de enamorados. Pero cuando llegan al brindis, Marcel descubre en una mesa vecina a su ex amada, Musette, que se ha sentado allí con un viejo y ridículo admirador. Musette es tan coqueta como antes, pero está igual de encantadora. Su melodía de vals, que se ha hecho famosa, la caracteriza magistralmente.




También Musette ha visto a Marcel y el antiguo amor vuelve a encenderse en ambos. Musette se libera astutamente de su acompañante y se arroja en los brazos del pintor, que entona un himno de triunfo con la melodía de vals de Musette. Alegremente abandonan todos el local y se mezclan con la excitada multitud que celebra la Navidad.




El viejo admirador regresa a la mesa que ha quedado vacía y tiene que pagar las bebidas de todos.




Así como el segundo acto contrasta de un modo efectivo con el primero, el tercero contrasta a su vez con el segundo. En el límite de la ciudad, la "barrière d'enfer", la neblinosa noche de invierno se transforma en un amanecer gris, opresivo. Los aduaneros adormilados revisan los cestos de algunas mujeres que van al mercado. Todo respira, frío, opresión, angustia. La nieve cae constantemente y Puccini describe el espectáculo con un par de quintas vacías en las que hay más atmósfera que en muchas grandes piezas orquestales.




En el fondo hay una taberna, pero incluso su pálida luz tiene algo de irreal y melancólico. Aparece Mimi, agitada y angustiada. Pregunta por la posada en que Marcel pinta unos murales. Tal vez se haya refugiado allí Rodolfo al abandonarla. El pintor aparece en la puerta: la reconoce y se asusta. Sí, Rodolfo está con él: ha ido con las primeras luces del amanecer para dormir un poco. Un terrible ataque de tos sacude a Mimi. Antes de que Marcel pueda impedirlo, Rodolfo se le acerca y le dice la verdad, que Mimi escucha oculta detrás de un árbol: la razón de su huida no fueron los celos, que simuló ante el amigo y ante Mimi, sino su mortal enfermedad. Rodolfo no puede verla sufrir, pues le faltan los medios para auxiliarla. Mimi debe alejarse si quiere salvarse: debe irse de la helada buhardilla, debe alejarse de la miseria. Encontraría una vida mejor si abandonara a Rodolfo. Un nuevo ataque de tos revela la presencia de Mimi. Lleno de amor, Rodolfo la rodea con sus brazos. El canto y la orquesta fluyen con ternura y dolor. No, no pueden separarse. Marcel sale corriendo en cuanto oye la coqueta voz de Musette en la posada. Un magnífico cuarteto corona el acto: lleno de tiernas melodías para Rodolfo y Mimi, y con el ingenioso contrapunto de la pareja que discute violentamente al fondo y que cruza los insultos más increíbles.




El último cuadro nos lleva otra vez a la buhardilla. Rodolfo y Marcel intentan inútilmente trabajar. Recuerdan, en un dúo expresivo, a Mimi y a Musette, que rompieron con ellos hace mucho tiempo. ¿Cómo les irá a ambas en la galante vida de París?. Los amigos suspiran. Llegan Schaunard y Collin y, de repente, reaparece la antigua y despreocupada alegría. Los cuatros bohemios bailan, se baten en grotescos duelos, están locos de alegría. En el punto culminante del alboroto, se abre la puerta de golpe. Aparece Musette sin aliento, porque ha subido las escaleras corriendo. Anuncia alos amigos la llegada de Mimi, gravemente enferma. Preparan rápidamente la cama. Rodolfo corre a recibir a su amada. Mimi entra pálida y con todos los signos de sufrimiento. Rodolfo la conduce al lecho con cuidado. Musette cubre la lámpara para que la luz no moleste a la enferma. Marcel, conmovido, observa la bondad de su antigua amada. Collin decide empeñar su abrigo para ayudar a Mimi. 




Puccini hizo de esta "aria de despedida" uno de los momentos más afortunados de la partitura, llena de rasgos finos, dolorosa melodía y cierta dósis de humor. Schaunard sale también y Marcel abandona la casa, junto con Musette, para hacer diligencias y buscar un médico.




Los amantes están solos. Aparecen recuerdos (y la orquesta los lleva suavemente a la conciencia): fue allí, aquella noche de Navidad..., se había perdido la llave..., Rodolfo la encontró..., el primer contacto con la mano helada... Melodías de antaño recorren la mísera buhardilla. Regresa Marcel diciendo que pronto acudirá el médico. Musette lleva un manguito. Ya no tendrá las manos frías, dice Mimi sonriendo. Y Rodolfo estará siempre con ella. ¡Qué tranquila se siente!..., quisiera dormir..., dormir. Y con la melodía de las manos heladas, Mimi se duerme dulcemente y deja de existir.




Historia.- Puccini no dejó una autobiografía escrita. Pero hacia el final de su existencia contó muchas cosas sobre su vida a un joven amigo y admirador. En las descripciones de éste (Arnaldo Fraccaroli, Giacomo Puccini si confida e racconta, G. Ricordi, Milán 1957) leemos el siguiente recuerdo de 1893: "Una tarde lluviosa en que no tenía nada que hacer, cogí un libro que no conocía: la novela de Henri Murger me golpeó como un rayo...". En seguida tomó la decisión de componer una ópera a partir del libro. En otoño de ese mismo año 1893, Puccini se encontró en Milán con su viejo amigo Leoncavallo, el compositor de Pagliacci. Entusiasmado, contó al compañero de los años difíciles de juventud, que estaba trabajando en una nueva ópera: una musicalización de la Bohème de Murger. Leoncavallo pegó un salto y se puso a despotricar, no sólo porque estaba trabajando en el mismo tema, sino porque él mismo había llamado la atención de Puccini sobre aquel libro, pero Puccini no había mostrado interés por él. Puccini había olvidado el asunto, pues los comentarios de Leoncavallo no le habían causado ninguna impresión. En un instante, los amigos se convirtieron en enemigos. Comenzó la carrera por una ópera sobre la "bohemia". La ganó Puccini: su obra se estrenó en Turín el 1 de Febrero de 1896 y se difundió con mucha rapidez, a pesar de la fría acogida que tuvo. La ópera de Leoncavallo, que ostentaba el mismo título, se estrenó en Venecia el 6 de mayo de 1897. Muy pronto cayó en el olvido. En la representación de la obra de Puccini dirigió la orquesta un joven que lo hizo de manera brillante. Fue leal al compositor hasta después de la muerte... Y 30 años después de La bohème dirigió también el sensacional estreno de Turandot: era Arturo Toscanini.


Escuchen y vean a Luciano Pavarotti y a Leyla Guimaraes en "Sono andati", de esta ópera.

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