Buenaventura
Durruti Dumange, nació en León en 1896, muriendo en extrañas circunstancias el
20 de noviembre de 1936, el mismo día que asesinaron a José Antonio Primo de
Rivera. Fue una figura importante del anarquismo español y de la CNT.
Siendo
muy joven, se trasladó a Barcelona, en donde conoció a Ascaso, uno de los
máximos representantes del anarcosindicalismo y de la CNT de aquellos tiempos.
Estos
dos sujetos cometieron varios crímenes y atracos, destacando el asesinato del cardenal
Juan Soldevila Romero en Zaragoza, y el atraco al Banco de España en Gijón.
Como
otros muchos, huyó de España, errando por América del Sur y por Europa, estando
perseguido por la justicia de varios países americanos y europeos.
Posteriormente, regresó.
En
las páginas 333 y 334 del libro “La
guerra de España”, del gran historiador británico Hugh Thomas, nos comenta
el autor algo sobre su muerte:
“ . . . Durruti
encontró la muerte en el frente, ante la Cárcel Modelo. Se ha dicho que fue
alcanzado por una bala perdida disparada desde la Ciudad Universitaria; pero es
más probable que fuera derribado por uno de sus hombres, un ‘indomable’
refractario a la nueva actitud de los anarquistas – ‘la disciplina de la
indisciplina’ predicada enérgicamente
por Durruti desde el mes de agosto – y a su participación en el gobierno”.
En el libro “Un
millón de muertos”, autor José María Gironella, Editorial Planeta 1961, se
lee en las páginas 261 y 262 la actuación de este sujeto contra los
homosexuales, ya que “son un peligro
demostrado en todas las guerras. Y en cuanto a las enfermedades, no creo que
haga falta enseñarte las estadísticas”, le decían, reaccionado de la
siguiente manera:
“La puerta del vagón chirrió y aparecieron los rostros de los allí
encerrados. Y Durruti abrió fuego. Fueron ráfagas secas, perfectas . . . La
operación se repitió en los vagones vecinos . . .Terminada su labor, Durruti,
se colgó de nuevo el fusil ametrallador, dio las debidas instrucciones y montó
en el coche . . . La noticia corrió de trinchera en trinchera, desde la sierra
de Alcubierre al Pirineo”.
Dijo aquella frase, tan de moda en estos
momentos para los cobardes y las “cobardas” que atacan iglesias, pero no mezquitas:
“La iglesia que ilumina es la que arde”, aunque hay quien la achaca a Kropotkin, uno de los fundadores de
la escuela anarco-comunista.
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