jueves, 12 de septiembre de 2019

Personajes de la Segunda República. Buenaventura Durruti



Buenaventura Durruti Dumange, nació en León en 1896, muriendo en extrañas circunstancias el 20 de noviembre de 1936, el mismo día que asesinaron a José Antonio Primo de Rivera. Fue una figura importante del anarquismo español y de la CNT.

Siendo muy joven, se trasladó a Barcelona, en donde conoció a Ascaso, uno de los máximos representantes del anarcosindicalismo y de la CNT de aquellos tiempos.

Estos dos sujetos cometieron varios crímenes y atracos, destacando el asesinato del cardenal Juan Soldevila Romero en Zaragoza, y el atraco al Banco de España en Gijón.

Como otros muchos, huyó de España, errando por América del Sur y por Europa, estando perseguido por la justicia de varios países americanos y europeos. Posteriormente, regresó.

En las páginas 333 y 334 del libro “La guerra de España”, del gran historiador británico Hugh Thomas, nos comenta el autor algo sobre su muerte:

“ . . . Durruti encontró la muerte en el frente, ante la Cárcel Modelo. Se ha dicho que fue alcanzado por una bala perdida disparada desde la Ciudad Universitaria; pero es más probable que fuera derribado por uno de sus hombres, un ‘indomable’ refractario a la nueva actitud de los anarquistas – ‘la disciplina de la indisciplina’ predicada enérgicamente  por Durruti desde el mes de agosto – y a su participación en el gobierno”.

En el libro “Un millón de muertos”, autor José María Gironella, Editorial Planeta 1961, se lee en las páginas 261 y 262 la actuación de este sujeto contra los homosexuales, ya que “son un peligro demostrado en todas las guerras. Y en cuanto a las enfermedades, no creo que haga falta enseñarte las estadísticas”, le decían, reaccionado de la siguiente manera:

“La puerta del vagón chirrió y aparecieron los rostros de los allí encerrados. Y Durruti abrió fuego. Fueron ráfagas secas, perfectas . . . La operación se repitió en los vagones vecinos . . .Terminada su labor, Durruti, se colgó de nuevo el fusil ametrallador, dio las debidas instrucciones y montó en el coche . . . La noticia corrió de trinchera en trinchera, desde la sierra de Alcubierre al Pirineo”.

Dijo aquella frase, tan de moda en estos momentos para los cobardes y las “cobardas” que atacan iglesias, pero no mezquitas:

“La iglesia que ilumina es la que arde”, aunque hay quien la achaca a Kropotkin, uno de los fundadores de la escuela anarco-comunista.



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