Ya lo hemos dicho muchas veces: cuando hay elecciones, no somos electores,
sino votantes. Esto está archidemostrado.
La propaganda nos bombardea constantemente con aquello del “pueblo
soberano”. Esto es mentira: no puede haber soberanía del pueblo cuando se
emplean listas cerradas, como ocurre actualmente en esta desguazada España.
Bien es cierto que se puede elegir, pero se elige a los que previamente el
aparato del partido han elegido a su vez, lo que hace que en realidad no se
elija, sino que se vote a los que el partido ordena y manda.
Además, hay otra cosa: en esas listas cerradas, elaboradas previamente por
las cúpulas de los mentados partidos, ¿qué criterio se emplea para que una
persona figure en los primeros lugares de las citadas listas, y otras en los
últimos? ¿Habrá amiguismos y componendas de todo tipo, que sólo miren los
intereses del partido y no de los ciudadanos?
Otro asunto. Imaginemos una lista de diez candidatos, e imaginemos también,
que el preferido del “pueblo soberano” figura en el último lugar. Si se
obtienen, por ejemplo, nueve diputados, el deseado candidato se quedará fuera.
En fin, no nos cansaremos de repetirlo: si se elige al candidato por medio
de listas abiertas, él será el verdadero responsable ante el electorado, cosa
que no ocurre con las listas cerradas, ya que las personas que han sido
elegidas sólo responden ante sus partidos, que son los que los han designado a
dedo. Entonces ya no habrá democracia, “sino dedocracia”.
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