En otros tiempos, se decía
que cuando un joven rebasaba la velocidad permitida, era porque lo impulsaban
su juventud y el “amor propio”. Ahora hay nuevos ingredientes: el alcohol y la
droga.
Casi todos los fines de
semana mueren en las carreteras españolas muchos jóvenes por exceso de
velocidad. La manida pregunta surge inmediatamente: ¿a qué se deben estas
oleadas de accidentes que, en la mayoría de los casos, dichos jóvenes viajan
como sardinas en lata, apelotonados y amontonados, yendo de bar en bar, para
después competir en la carretera?
Las campañas de
concienciación, así como todos los métodos persuasivos que se emplean en
prensa, radio y televisión, parece que nada les dice a estos jóvenes: la
combinación velocidad-alcohol-droga les domina.
¿Habrá alguna razón
sociológica para que tenga lugar este comportamiento? Nos tememos que sí. El
derrumbe y desbaratamiento de valores y códigos morales, que llevan a la
carencia y ausencia de metas y horizontes; el nihilismo; las rupturas familiares
y un larguísimo etc, creemos que puedan responder a esa pregunta.
Debemos hacer todos algo por
nuestros ardientes y desesperados jóvenes: esa es una de nuestras grandes
responsabilidades. Las “rutas del bakalao” y los “botellódromos” habría que suprimirlos
por el bien de estos muchachos y el de sus familias.
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