El 22 de junio de 1941, la Wehrmacht del III Reich
desencadenó la
Operación Barbarroja contra la URSS. Casi dos años
después, el 2 de Febrero de 1943, dicha operación comienza a fracasar en el
frente de Stalingrado, convirtiéndose en el primer acto de la derrota de
Hitler. Al batirse en retirada el ejército alemán, casi cinco millones de ciudadanos
soviéticos se desplazaron a Europa huyendo del totalitarismo marxista. Este
personal era preferentemente militar que, aprovechando el enfrentamiento
germano-soviético, proseguía su combate antimarxista enrolándose en la Wehrmacht como Russkaja
Osvoboditelnaja Arnija (ROA) , que se podría traducir como Ejército de
Liberación Ruso, mandado por el general Andreevic Vlasov.
A pesar de su antisovietismo,
estos combatientes eran considerados por los Aliados como enemigos por haber
luchado al lado de Hitler. Después del desembarco de Normandía (6-6-1944),
miles y miles fueron hechos prisioneros y llevados a campos de Gran Bretaña.
Una vez allí, comenzó la repatriación a la URSS. Muchos de ellos
se suicidaron, ya que no otra cosa que la muerte les esperaba en la Rusia de Stalin.
En octubre de 1944 se
reunieron en Moscú Churchill, Eden, Stalin y el ministro de Asuntos Exteriores
soviético Vyaceslav M. Skarjabin (alias Molotov). Tomaron el acuerdo de
repatriar, incluso forzosamente y en contra de los interesados, a los
prisioneros soviéticos. Este acuerdo fue silenciado y borrado de la Historia , como el pacto
nazi–soviético, del cual ya hemos hablado. Oficialmente se dijo que la decisión
de la repatriación se había tomado en la conferencia de Yalta, que se celebró
en Febrero de 1.945, es decir, cuatro meses después de la reunión de Moscú.
Unos tres millones de ciudadanos soviéticos fueron devueltos s la URSS en contra de su
voluntad. Esta operación duró casi tres años. El último envío fue realizado en
Abril de 1947.
En una situación parecida se
encontraron los cosacos y los caucásicos, después de rendirse en Austria al
ejército británico en Mayo de 1945. Estos combatientes pertenecían a un Cuerpo
de Caballería mandado por el general alemán Helmut von Pannwitz, del que los
soviéticos dijeron que pertenecía a las SS. Esta afirmación era falsa ya que,
paradójicamente y a pesar de tener tan alta graduación, no comulgaba con la
idea nazi. Por otra parte, nunca estuvo destinado de manera directa en la
guerra antisoviética en suelo ruso, sino que combatió en los territorios
eslavos del Sur contra los partisanos de Tito.
Una vez derrotado Hitler, los
cosacos, inocentemente, esperaban una continuación de la guerra en sentido
inverso, es decir, contra la
URSS. Estaban confiados en su vieja amistad con Londres desde
los tiempos de la Guerra
Civil rusa. Entre aquellos se encontraban numerosas personas
de la emigración blanca, es decir, personas no sujetas al acuerdo de repatriación,
ya que no eran ciudadanos soviéticos. No hubo ninguna consideración: hombres,
mujeres, niños, ancianos, enfermos, etc, fueron engañados y entregados a los
soviéticos por la fuerza. En los campos de Lienz, Oberdrauburg, Neumarkt, etc,
las escenas de pánico, horror y terror fueron indescriptibles: los suicidios
colectivos en las aguas del río Drava lo corroboran. Si alguno se escapaba a la
hora o al fusilamiento, era internado en el GULAG ya que, según el Padre de
Todos los Pueblos, el prisionero de guerra es un traidor peligroso pues ha
visto Occidente. En estos crímenes no se tuvo en cuenta la Convención de Ginebra
sobre prisioneros de guerra, ya que nunca fue firmada por Stalin. El 17 de
Enero de 1947, Pravda anunció la ejecución de todos los oficiales cosacos.
Hubo también otra masacre
perpetrada por los comunistas: la cometida contra los eslavos meridionales, que
fueron entregados a Tito por los británicos a principios de Junio de 1945.
Estos eslavos fueron vilmente asesinados por los partisanos comunistas y
sepultados en fosas comunes (¡¡¡ recuperación de la memoria histórica !!! ) en
el bosque de Kocevje (Eslovenia), en donde se han recuperado restos de 10.000
víctimas. Más de 70.000 personas, entre cosacos y eslavos meridionales, fueron
ejecutados por los comunistas.
Esta traición de entregar a
cosacos y eslovenos a los marxistas, se mantuvo en secreto hasta hace poco.
Ahora se sabe que fue Maurice Harold MacMillan, a la sazón ministro
plenipotenciario en el Mediterráneo y posteriormente primer ministro de los
hijos de la Gran Bretaña
( 1957 a
1963 ), quien ordenó a cualquier precio las repatriaciones forzadas.
En Marzo de 1982 fue erigido
un monumento en Inglaterra en recuerdo a las víctimas de Yalta que, en honor a
la verdad, tenía que ser el de las víctimas de la reunión de Moscú. Pero,
claro, la falsificación de la
Historia es consustancial a lo políticamente correcto.
La orquesta y el orfeón de la
internacional de la mentira, del odio, del rencor, del resentimiento, de la
manipulación, de la venganza y de la ira, tienen aquí tema para reflexionar.
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