viernes, 23 de mayo de 2025

Religión, moral, conciencia, principios éticos, etc.


 

Hemos escrito varias veces sobre estos asuntos. Viendo como están las cosas en estos momentos, volvemos al tema, ya que la situación actual es poco menos que de hecatombe.

Un principio afable, agradable, afectuoso, servicial, etc, de la vida no cabe duda que es la buena conciencia, o “concencia”, como dicen algunos, algunas y “algunes”.

Según el Diccionario de los “inmortales” de la RAE, conciencia es:

“Conocimiento del bien y del mal que permite a la persona enjuiciar moralmente la realidad y los actos, especialmente los propios”. También se define como “Sentido moral o ético propios de una persona”. En el terreno de la psicología la definición es “Facultad psíquica por la que un sujeto se percibe a sí mismo en el mundo”.

Visto lo anterior, vemos que la palabra conciencia tiene dos significados y sentidos: uno moral y otro psicológico. Las personas tienen conciencia por ser simplemente animales racionales, mientras que los otros animales no la tienen, aunque un votante sociata dijo en una ocasión cuando se le murió el perro: “Qu en paz descanse”.

En la conciencia está la razón, que es la capacidad y virtud de juzgar, siendo la conciencia moral la que juzga el bien y el mal por medio de los actos que se realizan, siendo éstos unos superficiales y otros profundos. No es lo mismo jugar una partida al mus o al ajedrez, que decir una verdad, o una mentira o “cambio de opinión”.

Si las leyes no están basadas en la razón, entonces ya no se vive como personas, sino como orangutanes, “orangutanos” y “orangutanas”, pero vestidos, vestidas y “vestides”.

Para muchos, muchas y “muches”, la conciencia es la que se impone por mor del saber público, o por mor de los que tienen la sartén por el mando. Para eso están los bulos y el fango, oiga.

Pero, claro, muchas veces se desobedecen ciertas leyes, normas, criterios, etc, ya que lo que se pretende con estas leyes y demás no es el orden ni el bien públicos, sino el mantener a ciertos sujetos, sujetas y “sujetes” en la poltrona. Tal desobediencia puede venir de la onda y del grito de la conciencia.

Y así llegamos al “superhombre” de Nietzsche que decía, entre otras cosas, que “Dios ha muerto”. Y esto se lo creen muchos, muchas y “muches”, aunque hayan visitado al Papa.



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