Como hay que “recuperar la memoria histórica”,
vamos a ello.
En junio
de 1.992, era asesinado el escritor Farag Foda, crítico del islamismo.
El juez preguntó al asesino que por qué había matado a Farag, a lo que contestó
que lo había hecho porque el escritor era agnóstico y merecía la muerte. El
juez le volvió a preguntarle que cómo sabía esas cosas, diciéndole si había
leído algo de sus escritos, a lo que el asesino contestó que él no sabía leer
ni escribir.
Farag Foda ya estaba fichado por los islamistas
porque a comienzos de los años ochenta del siglo pasado, había denunciado la
islamización de las sociedades musulmanas, mostrándose muy crítico con este
asunto. En sus escritos defendía la democracia liberal y el laicismo, cosa
inadmisible por el Islam.
Como consecuencia de todo esto el 3 de junio de
1992, los ulemas de la universidad de Al-Azhar emitieron un comunicado en el
que el escritor era acusado de blasfemo. El día 8 de ese mismo mes dos
terroristas del grupo Al-Yama’al-Islamiyya, penetraron en su despachos y lo
asesinaron a tiros. Y no pasó absolutamente nada.
Al mismo tiempo el consejo de Ulemas de Al-Azhar
concluyó que la víctima había provocado su propia muerte.
No nos queremos ni imaginar la que se hubiese
organizado si el asesino hubiese sido un cristiano que hubiese matado a un ateo
o a un agnóstico, y los ulemas hubiesen sido obispos. Los “artiscejos”, los
“podemitas” y sobre todo “el vate de Franco”, es decir, Víctor Manuel, habrían
armado una muy gorda. Pero, cuando el asunto es como el que nos ocupa, callan
como zorras. Son así de cobardes.
Tampoco queremos imaginarnos lo que le hubiese
pasado a la “podemita” Rita Maestre, cuando entró tetas al sol en la capilla de
la Complutense, si hubiese entrado de la misma manera en una mezquita.
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