Existen varios libros recientes sobre el terror socialista y comunista que no están lo suficientemente aireados por razones obvias. Uno de estos libros es “Mao. La historia desconocida”, de Jung Chang y J. Halliday, Madrid, Taurus Ediciones, S.A., Grupo Santillana, 2.006, 1.040 páginas, comentado en este blog con fechas 15, 17, 20, 21, 23 y 25 de mayo de 2017.
No vamos a resaltar los aterradores episodios del libro, sino que vamos a destacar una conclusión que pone los pelos de punta: Mao ha sido el mayor genocida de
No hace falta ser ningún zahorí, ni ucrónico, el suponer qué hubiera sucedido en España de ganar la guerra los rojo-republicanos. No hay más que ver lo que hicieron en sus checas, los crímenes que cometieron, las torturas, expolios, etc, etc, Nada bueno nos hubiese esperado.
¿Qué nos hubiese contado la “memoria histórica”? Seguro que transmitiría que España se había convertido en la primera “democracia popular” europea, casi diez años antes que las otras. El abuelo fusilado sería elevado a los altares por el joven nietísimo, devoto del talante y el diálogo. Ustedes ya nos entienden.
En el famoso y cacareado trienio del Gran Salto Adelante (1.958-61), Mao había dicho que “probablemente media China tenga que morir”. No le importaban para nada la libertad, la vida y las personas, como lo hacían Lenin o Stalin.
Toda esta gente, siempre se ha comportado de la misma manera cuando acceden al poder y lo tienen en sus manos: se transforman en una élite sin ningún tipo piedad, cruel y criminal, que han convertido al siglo XX en la gran industria de la muerte, al ligar y mezclar estas monstruosas ideas con los inventos y descubrimientos de la ciencia moderna, que van desde las armas, hasta el control total y absoluto de los medios de comunicación.
Dado los tiempos que vivimos y los gobernantes que tenemos, ¿por cuánto tiempo las democracias verdaderas permanecerán a salvo del funerario totalitarismo socialista y del embate del islamismo?
No olvidemos que el socialismo está presente en las democracias liberales, envuelto y subsumido con afanes de “tolerancia y derecho”, con el hipócrita “buenismo” y
Tal como están las cosas en la sociedad del mundo occidental, la verdad es que somos un tanto pesimistas, ya que nos parece que esta sociedad se encuentra en un proceso de deriva que puede llevarnos a la tiranía. El mundo orweliano podría llegar fácilmente. El único antídoto para oponerse al despotismo, es el respeto y la libertad. Lo demás con cuentos de hadas y funambulismos.
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