Hemos oído muchas veces a personas decir que eran “de
izquierdas de toda la vida”, cuando en otros tiempos eran precisamente todo lo
contrario. Las camisas, las chaquetas y las etiquetas se suelen cambiar con
frecuencia.
Como ya sabrán, hemos comentado algo en este blog sobre George Orwell, autor de “Homenaje a Cataluña” (1938), “Rebelión en la granja” (1945”) y “1984”, publicada en 1949. En esta obra nos describe Orwell de forma aterradora, la vida bajo la vigilancia constante del Gran Hermano, con el Ministerio de la Verdad, que no era otra cosa que la mentira y la manipulación de la información, amén de practicarse la vigilancia masiva y la represión. El lenguaje que se usaba (neolengua) tenía doble sentido y significado. Así, por ejemplo, las represalias eran “operaciones pacíficas”, y las torturas “interrogatorios intensos”. Aquello era un sistema totalitario de izquierdas al más puro estilo soviético, al que critricaba George.
Los de “izquierdas de toda la vida”, son los “idiotas
útiles” que no saben ni analizar ni estudiar los fetiches, los mitos, los
clichés y las trampas ideológicas izquierdistas, llenas de toxinas totalitarias.
Si se les habla de normas éticas y morales, para fijar lo que debe hacerse y lo
que no, se ponen catatónicos y ciclotímicos. No digamos ya nada si se les habla
de democratizar y dar libertad a sus propias instituciones y organizaciones.
Aquí se ponen loquinarios.
El escritor y periodista francés Prosper Oliver
Lissagaray (1838-1901), persona socialista independiente, decía hace ciento y
pico años:
“El que
ofreciera al pueblo falsas leyendas revolucionarias y el que lo divirtiera con
canciones, sería tan criminal como el geógrafo que trazara mapas embusteros
para los navegantes”.
El que quiera entender que entienda.
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