Como decíamos en la anterior entrega, en ésta veremos la dramática nacional, cuyo máximo exponente fue Juan de la Cueva (1550-1609).
Fue un atrevido, ya que en aquella época Grecia y Roma eran los focos literarios mundiales, o por lo menos europeos.
Este autor tuvo la osadía de rechazar las obras de Séneca, a las que consideraba como “cansada cosa”. Se empeñó en sacar a la luz y poner en escena obras de sentido y carácter nacional. En los argumentos de estas obras se recordaban los romances, que por aquel entonces estaban muy de moda, sabiéndolos mucha gente de memoria.
Su iniciativa pudo haber tenida mucha más éxito, pues sus personajes carecían de carácter y siempre tenían el mismo estilo, aunque se tratase de protagonistas tan diversos como santos y malvados, o dioses y demonios.
Otro destacado fue Cristóbal de Virués (1550-1610). Entre sus obras destacan “Semíramis”, “Atila furioso”, “Elisa” y otras. Las escenas que nos presenta este autor son crueles y repugnantes, intentando con esto sustituir la falta de interés dramático que se ve en la casi totalidad de sus obras.
En la próxima entrega veremos algo sobre la novela y la historia durante el siglo X V I.
Continuará.
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