Los jerarcas republicanos, casi todos pertenecientes a
la masonería, tenían un denominador común: su anticlericalismo, que quedó
demostrado cuando se quemaron conventos justo al mes de proclamarse la Segunda República
el 14 de abril de 1.931.
Como recordarán, el gobierno de entonces se inhibió
del asunto, aunque los descalabros y desmanes los estaba viendo en la propia
capital de España. El “pueblo soberano” que se dedicaba a tal asunto, quemó
once edificios religiosos madrileños. Los jerarcas ante esto ni mu.
Como no podía ser de otra manera, los sucesos de
Madrid se extendieron por casi toda España: Murcia, Córdoba, Valencia,
Alicante, Sevilla, Cádiz, Málaga, Granada . . . En Málaga se quemaron casi 50
edificios de carácter religioso. El masón Juan García Gómez-Caminero, que a la
sazón era el Gobernador Militar, envió al Ministerio de la Guerra la siguiente
nota: “Ha comenzado el incendio de iglesias. Mañana continuará”
Como recordarán también, Manuel Azaña Díaz-Gallo,
Ministro de Guerra entonces, dijo que “Todos los conventos e iglesias de España no
valen la vida de un republicano”,
aunque con el paso del tiempo hablaría de paz, piedad y perdón, amén de morir
confeso al catolicismo en Montauban (Francia), figurando una cruz en su tumba.
¿Habrá comentado algo de
esto Su Sanchidad cuando visitó al Papa, por aquello del “vínculo luminoso”?
Continuará.
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