Como ya sabrán, el cruel y sanguinario Lenin decía que la mentira podría ser una buena arma revolucionaria. Tal postulado aún sigue, por desgracia, vigente en nuestros días. Los tontos útiles, que también mencionaba Lenin, abundan por doquier.
Nos vamos a referir aquí al mentiroso político que, como ya hemos dicho varias veces, campa por sus respetos dentro de "los muros de la Patria mía". Dicho mentiroso político suele ser de una estupidez descomunal, que le lleva muchas veces a creer sus propias mentiras, con el agravante de que intenta, y a veces lo consigue, que el pueblo soberano también las crea.
Cuando se llega a esta situación, muy propia sobre todo en períodos electorales y también postelectorales, lo que menos importa es la magnitud del embeleco, del engaño, de la mentira o del enredo. Lo importante es embaucar. Y para embaucar, este político se vale de una dialéctica y oratoria llenas de logomaquia y demagogia intentado demostrar lo contrario de la realidad, realidad que ha sido sobradamente comprobada por millones y millones de personas en todo el mundo. Cuando a Lenin le decían que sus doctrinas estaban en contra de la realidad, contestaba: “lo siento por la realidad”. Sin comentarios.
Son muchas y variadas las mentiras de que se valen estos sujetos políticos, la mayor parte de ellas diseñadas y elaboradas por “asesores”, mentiras que van desde las más pueriles e increíbles, hasta las más infames y difamadoras.
Muchas veces estas mentiras se convierten en calumnias y hasta en burlas terribles, calumnias y burlas que provocan enfrentamientos y asaltos a sedes políticas. Pero no pasa nada, oiga. Estamos en una democracia y punto.
En fin, estamos en manos de unos desalmados que nos llevarán al abismo, si antes no se remedia.
Y terminamos con unas palabras de dos militantes ex comunistas, Carlos Semprún Maura y Jean François Revel. El primero decía:
“Quienes han convertido la mentira en dogma, quienes prácticamente siempre han hecho lo contrario de lo que han dicho, fueron los comunistas”. Y el segundo:
“Todavía tenemos demasiado arraigadas, pese la victoria de la democracia, las deformaciones intelectuales del totalitarismo. La democracia no habrá ganado del todo mientras mentir sea pareciendo un comportamiento natural, tanto en el ámbito de la política como en el del pensamiento”.
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