Vamos a dedicar unos artículos a D. Manuel Azaña Díaz,
Presidente de la Segunda República Española, Presidente del Consejo de
Ministros de España, Ministro de Guerra,
Diputado en la Cortes de la República por Madrid, Valencia y Vizcaya,
que fallecía en este mes de noviembre concretamente el día 3, pero de 1940, en
Montauban (Francia), a los 60 años de edad. Había nacido en Alcalá de Henares
en enero de 1880.
Como muchos omiten y callan, este personaje fue uno de
los más nefastos de aquella República, ya que todo lo que mangoneó no sirvió
más que para que apareciesen enfrentamientos, disensiones, luchas, disturbios, odios
y en algunos casos sangre.
Se autodefinía como burgués, demócrata e intelectual
¿Provendría del algún “burgo podrido”, como decía en un discurso en las Cortes
con motivo de las elecciones municipales de abril de 1933?
En cuanto a lo de intelectual, habría que verlo. Y en
cuanto a lo de demócrata, es totalmente incierto.
Vamos a comenzar por sus primeros pasos en el campo
político, pasos dados arrimadito a la derecha monárquica, como lo prueba el
hecho de que en el año 1913 fue designado Secretario del Ateneo por la
candidatura puramente monárquica, presidida entonces por Romanones. Sin
comentarios.
Posteriormente, ingresó en el partido Reformista de
Melquíades Álvarez, que más tarde sería asesinado por sus compinches, cuando
Azaña era presidente de la República. Ni qué decir tiene que no hizo nada para
evitar dicho asesinato.
Como ya saben, al mes de proclamarse la República, y
siendo Azaña a la sazón Ministro de Guerra, comenzaron los incendios de
iglesias por toda España, diciendo
aquello de que “Todos
los conventos e iglesias de Madrid no valen la vida de un republicano”.
A los corresponsales extranjeros de aquellos tiempos
les decía, refiriéndose a los incendios: “Nos
telefonearon que habían puesto fuego al convento de jesuitas. La noticia nos
desconsoló y, desde esa hora, comenzó a correr detrás de los incendiarios la policía
y la Guardia Civil”. Mentira y cinismo.
Continuará.
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