Guillermo de Occam ( Ockham para otros), fue un franciscano inglés del siglo XIV que se las tuvo tiesas con el papa Juan XXII, debido a su filosofía y a su teología un tanto radicales.
Desafió a la Inquisición y planteó una clara separación radical entre fe y razón. Estableció su célebre “Navaja de Occam”, en la que niega la validez de todo concepto que no tenga como base el empirismo.
“La Navaja de Occam”, conocido también como el “Principio de la parsimodia”, “El principio de la simplicidad”, o “Principio de economía”, habla de un razonamiento basado en una sola premisa muy simple: “En igualdad de condiciones la solución más sencilla es probablemente la correcta”.
De aquí se deduce que para la explicación de un asunto, no hay por qué multiplicar las causas que producen ese asunto innecesariamente.
Cuando se habla de la Creación, por ejemplo, surgen todo tipo de explicaciones: unas imposibles, otras innecesarias y otras probables. Se debería recurrir a “La Navaja de Occam”, ya que recomienda una forma sencilla de proceder aunque, como es lógico, no determina ningún resultado.
Pero ahora viene la segunda parte: la ignorancia humana. Lo que “no se sabe” es prácticamente ilimitado . . . aunque algún que otro pedante marxista opina lo contrario. Esta ignorancia puede incluso perturbar lo que se sabe, invalidando lo que hasta en ese momento se tenía por cierto.
Moraleja: andamos a tientas, a pesar de los de la "hybris intelectualista", que presumen de tener una “visión privilegiada sobre el mundo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario