Como ya saben, el “bipartito” del ayuntamiento de Oviedo no sólo quiere cambiar el nombre de ciertas calles, sino que además ahora quiere poner el nombre de algunas en bable. Ya hemos escrito más veces sobre el tema del bable asturiano, que algunos pretenden imponer como “llingua oficial ya”.
Lo primero que habría que decirles a estos fanáticos es que el bable no es una lengua, ya que carece de normas sintácticas, morfológicas y gramaticales, además de haber seis o siete bables en Asturias que no se parecen en nada. Así, por ejemplo, el verbo enseñar, que en bable se diría “insiñar”, en la zona del Eo se dice “amosar”. Lo mismo sucede con otro verbo: arrugar, encoger. En unos sitios se dice “amurniar” y en otros “engurriar”.
Por otra parte, y por poner otro ejemplo, trabajo en bable se dice “trabayu”. Es decir, el sonido “jo” se transforma en “yu” ¿Por qué entonces la palabra abajo no se dice “abayu” en vez de “abaxo”? ¿Por qué no se dice, asimismo, al nombrar a Gijón, “Xiyon” en vez de “Xixón”? ¿Y por qué dijo se dice “dixo”, y no “diyu”? Quieren cambiar el nombre de la Manjoya por el de “Manxoya”¿ Por qué no “Manyoya”?
En cuento a la etimología, bien es cierto que en muchas palabras del bable se ve claramente el latín, como serían los casos de “llingua”, de lingua; “facer” (hacer), de facio, facis, facere, feci, factum, o de “fíu”, hijo, de filius, filii. Incluso la palabra bable procede del latín “balbus”, que significa balbuciente. Horno se dice “forno”, porque su etimología latina es “furnus”. Humo se dice “fumo”, porque viene de “fumus”, o amigo se dice “amigu” porque viene de “amicus”. Podríamos poner muchos más ejemplos.
Sin embargo, la palabra nido, cuya etimología latina es nidus, en unos sitios se llama “nial” y en otros “ñeru”.
Pero hay otras palabras en las que el latín brilla por su ausencia. Tal es el caso de “abeyones”, que proviene de abejorro, y éste de abeja, cuya estimología latina es apis o apicula. De aquí proviene apilcultura. Otras palabras serían “ablanos”, por avellanos; “acutar”, acotar, guardar sitio; “afayaizu”, acogedor, manejable; “raposu”, por zorro; “rebelguinos” o “rebusquinos”, por cosquillas, etc, etc
También hay otras palabras que teniendo etimología latina, son producto de la ignorancia. Tales serían los casos del verbo ir, del latín ire, pero que sin embargo se dice “dir”. Esto viene de “has de ir”, que acaba por contracción en “dir”. O el caso de otro verbo: encontrar, cuya etimología es in contra, sin embargo se dice “alcontrar”, “alcuentro”, etc. Esto proviene de ir al encuentro de algo, surgiendo otra vez la citada contracción. Lo mismo sucede con la palabra nuestro, cuya etimología latina es noster, nostra, y sien embargo se dice “nuesu”
¿Y qué me dicen del “ye”, por es, del verbo ser?
En fin, como diría el gran bablista Teodoro cuesta, el bable es “para andar por casa” y no para institucionalizarlo. Bien está protegerlo, pero en su lugar natural, nunca a nivel literario. Pretender enseñarlo en la escuela es una tontería, ya que lo que necesitan los que habitan las aldeas y hablan en bable, es precisamente perfeccionar el castellano para poder leer, entre otras muchas cosas, a los asturianos Clarín, Jovellanos, Feijoo, Velarde Fuertes, Ochoa, etc. Si esto no se tiene en cuenta, seguirán en condiciones inferiores el día de mañana ante los que hablan el castellano. Y no digamos ya ante los que hablan inglés.
Nota.- En la foto una ocurrencia de nuestro amigo el genial Antonio Garrido Barrientos.
Continuará.
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