domingo, 19 de febrero de 2012

La Ópera ( X I I I )


Argumentos de algunas óperas


MADAME BUTTERFLY
(Autor: Giacomo Puccini - Actos: III)



Fuente.- Ópera basada en la novela de John Luther Long y en la pieza teatral de David Velasco, basada a su vez en la novela.

Personajes.- Cio-Cio-San, llamada madame Butterfly, joven japonesa (soprano); Suzuki, su criada y mujer de confianza (mezzosoprano); F.B. Pinkerton, oficial de la marina estadounidense (tenor); Su esposa Kate (soprano); Sharpless, cónsul de EE.UU. (barítono); Goro, casamentero (tenor); el príncipe Yamadori (tenor); el tío Bonze, sacerdote (bajo); la madre de Butterfly, un comisario imperial, un funcionario del registro civil.

Lugar y época.- Una casa en una colina de las afueras de Nagasaki a comienzos del siglo XX.

Argumento.- Una animada obertura, totalmente independiente de la ópera en cuanto a temas, describe la actividad del día que comienza el drama.

En un pintoresco paisaje japonés, el casamentero Goro enseña al oficial de marina Pinkerton la casita que éste piensa adquirir "por 99 años", con posibilidad de rescindir el contrato en cualquier momento. También ha obtenido a una joven, una geisha de quince años, de Nagasaki, para celebrar con ella, que lo ama sinceramente, un simulacro de matrimonio antes de volver a su patria. El cónsul de su país le desaconseja la aventura, que sólo podrá causar dolor y sufrimiento a la inocente y encantadora "Butterfly". Sin embargo, Pinkerton no sigue su consejo. Levanta la copa para hacer un brindis, que comienza con las notas del himno nacional estadounidense. El cortejo que acompaña a la novia sube la colina. (Puccini utiliza la escala fundamental Do-Re-Mi-Fa sostenido-Sol sostenido-La sostenido y los "acordes aumentados" que se derivan de ella que transmiten una sensación de exotismo y que particularmente en el dúo de amor que sigue producen un bellísimo efecto).

La boda se celebra según la costumbre del país. Pinkerton sigue la ceremonia con humor. Cio-Cio-San está presente con toda su alma. Ama al joven oficial de marina con todas las fuerzas de su corazón incauto. Ler habla de su familia, de su padre, un alto dignatario de Mikado, que se hizo el harakiri cuando cayó en desgracia. A lo lejos se oye la voz del tío Bonze, a quien Cio-Cio-San maldice porque se convirtió al cristianismo. Pinkerton no lo sabía. Lentamente reconoce con cuánto amor depende de él aquella criatura encantadora. Cae la noche: un amplio cielo lleno de estrellas pende sobre las luces de la ciudad del valle, sobre la bahía llena de barcos, sobre la pequeña casa en cuyo jardín la joven japonesa y el oficial extranjero cantan su amor en un gran dúo muy melodioso.

Han transcurrido tres años. Pinkerton está ausente desde hace mucho: ha prometido volver. Butterfly se imagina la alegría del oficial no sólo cuando la encuentre, sino también cuando conozca a su pequeño hijo, de cuya existencia no tiene el hombre la menor sospecha. Sólo la fiel Suzuki llora y reza sin descanso. Sospecha la cruel traición. Ci-Cio-San, en cambio, sólo piensa en el día feliz en el que la nave de Pinkerton vuelva a entrar en la bahía de Nagasaki. ¿Bajará corriendo la colina para arrojarse en sus brazos?. ¿O se ocultará para sorprenderlo, pero también para no morir de alegría ante el inesperado reencuentro?. Con fe inconmovible se aferra a esta imagen, a la que Puccini ha dado una forma musical conmovedora en un aria grandiosa: "Un bel di vedremo..."

Llega el cónsul Sharpless de visita. Madame Butterfly lo recibe con educación occidental. Se queja de Goro, que la abruma con propuestas matrimoniales ¡como si no supiera que está casada felizmente con Pinkerton!. Sharpless suspira: está allí para cumplir una triste misión. Ha recibido una carta de Pinkerton. Antes de que pueda decir nada sobre su contenido, Cio-Cio-San le arrebata el sobre y lo cubre de ardientes besos. Y de todo lo que el cónsul comienza a decir cuidadosamente, sólo entiende una cosa: que Pinkerton va camino de Nagasaki. Sharpless no puede seguir leyendo. Butterfly lo agobia a preguntas, está llena de impaciente alegría. ¡Si supiera que el oficial se ha casado con una norteamericana que lo acompaña en el viaje...!. Sharpless sólo acierta a preguntarle qué haría si Pinkerton no regresara con ella. La japonesa responde tristemente que sólo le quedarían dos caminos: ser geishsa como antes o morir. El cónsul le aconseja casarse con el rico príncipe Yamadori, que ha pedido su mano. Entonces se da cuenta de que ha herido profundamente a Butterfly. La joven corre a su habitación y vuelve con un niño rubio. ¿Podría olvidarla Pinkerton?. ¿Y su hijo?. Sharpless, profundamente conmovido, pregunta por el nombre del niño. Se llamará "Dolor" mientras su padre esté ausente. Luego, cuando haya regresado, se llamará "Alegría". El cónsul se despide. Cio-Cio-San queda abatida. Pero no quiere dejar de creer. Entonces suena un disparo de cañón en el puerto. Butterfly y Suzuki ven aproximarse una blanca nave, tal como la pequeña japonesa se ha imaginado miles de veces. La bandera tachonada de estrellas flamea en el cielo azul. ¡Es el Abraham Lincoln, su barco!. Desaparece el abatimiento, el corazón de Butterfly late con júbilo. Recoge todas las flores de los cerezos y las desparrama con Suzuki por la habitación, para el recibimiento. La casa debe estar adornada tan festivamente como durante la lejana noche de bodas.

Esperan impacientes mirando hacia la bahía. En la ciudad se encienden las primeras luces. Pasan las horas. Suzuki se duerme y también el niño. Sólo Butterfly está en pie y gira en la dirección por la que ha de aparecer Pinkerton. Suenan melodías del primer acto, acordes tiernos, recuerdos. En algún lugar lejano suena el nostálgico murmullo de un coro.
Cuando amanece y despierta Suzuki, Cio-Cio-San se deja convencer y duerme un rato. La criada la despertará cuando llegue Pinkerton. Poco después aparece el oficial al lado del cónsul y se acerca a la casa. Suzuki ve que hay una señora extranjera en el jardín y sospecha. Sharpless lo confirma todo: es la esposa de Pinkerton. Suzuki rompe a llorar. ¿Cómo se lo dirá a su señora?. Pinkerton siente remordimientos. Con palabras conmovedoras se despide de la casita en la que gozó de una breve felicidad y en la que destruyó una vida.


Butterfly ha despertado. Advierte la presencia del cónsul. Todavía tiene esperanzas de que aparezca Pinkerton para rodearla con sus brazos, aunque tal vez esté escondido para darle una sorpresa. Pero ve a la extranjera y a Suzuki, que no puede hablar a causa de las lágrimas. Cio-Cio-San se domina con un esfuerzo supremo y sólo quiere que le respondan a dos preguntas: ¿Pinkerton vive?. Si. ¿Volverá con ella?. Nunca. Butterfly comprende. Ha ido a llevarse al niño. Llena de dignidad sale al encuentro de Kate, la esposa "legal" de Pinkerton. Luego desea que la dejen sola. Reza al dios de sus antepasados y contempla durante un rato el puñal de su padre. En el puñal está grabado: "Muera dignamente quien no pueda seguir viviendo con dignidad". Suzuki debe llevarle el niño, del que se despide de manera conmovedora. Y se clava el puñal. Oye la voz de Pinkerton que la llama, tal como ha imaginado innumerables veces. Pero sus fuerzas ya no bastan para llegar a él.

Historia.- Puccini terminó la partitura en la Navidad de 1.903. El estreno tuvo lugar en el Scala de Milán el 17 de Febrero de 1.904 y a pesar de la gran actuación de la soprano Rosina Storchio fue una de las veladas más desdichadas de la historia de la ópera. El fracaso fue absoluto y vergonzoso. El compositor llevó a efecto algunos cambios. Junto con los libretistas, preparó una versión en tres actos. Ésta se estrenó en el teatro Brescia el 28 de Mayo del mismo año y fue recibida con entusiasmo. El papel principal estuvo a cargo de Salomea Kruszelnicka.

Vean y escuchen "Un bel di vedremo".

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