Sí, en aquellos años, y no hace
mucho tiempo, cuando alguien nombraba o mentaba a algún famoso, se estaba
refiriendo a una persona que había destacado por algo importante desde el punto
de vista histórico o científico, sobresaliendo, por ejemplo, en la ciencia, en
el arte, en la política, etc. Es decir, se hablaba de personas famosas porque
podían ganar un premio Pulitzer, un Nobel u ocupar un asiento en cualquier
Academia. También podía ser doctor honoris causae,
pero a la vista de algunos “honoriscausados” recientemente, creemos que esto ya
no es tan importante.
Pero hoy, cuando el pueblo
soberano habla de “famosos”, se refiere a toda esa bazofia que aparece en los
“mass-media” para contarnos sus liposucciones, sus escándalos de pareja, sean
de “lecho”, del mismo sexo o de distinto, sus exhibiciones anatómicas remachadas
con sus piruetas sexuales, aunque también hay “famosos”, estafadores y mangantes,
políticos y no políticos, que pululan por esta tierra hispánica con una sonrisa
de oreja a oreja, para más INRI.
Para el “ente” televisivo, esto
es una auténtica ganga-bicoca, es una especie de gallina de los huevos de oro.
El “ente” cuenta con un grupo debidamente aleccionado, cuyos componentes dicen
de sí mismos que son comentaristas, periodistas, reporteros, informadores, etc.,
y son los que se encargan de propagar y expandir a los cuatro vientos, las más
obscenas y sórdidas facetas de esta fauna de “famosos”, debidamente presentados
en los programas-basura y dirigidos por un cicerone, o maestro de ceremonias,
que hacen que los espectadores se queden embobados. Es la realidad, dicen
algunos. Sí, claro que es la realidad: se presentan en el “ente” “voluntariamente”
previo pago de una millonada que paga el “pueblo soberano”. Pero éste ni se
entera.
Y no hablemos del lenguaje que
emplean: grosero, impúdico y obsceno. Es un lenguaje contracultural que tiene
vínculos con el sexo, la droga, el alcohol y la religión. Así se dice “darse
caña”, “ir al picadero”, “rayarse”, etc.
Todo este “vocabulario”,
obviamente, incide e influye sobre los jóvenes. Así, en los “botellódromos”, se
pueden oir los no menos “famosos”
nombres con que bautizan a las combinaciones de bebidas alcohólicas, tales como
“bájame las bragas”, “tócame los huevos”, “paja de cura”, “orgasmo de monja”,
etc.
En fin, sin comentarios.
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