Creado el 13
julio, 2018 por Pío Moa
Empecemos por la ideología LGTBI que
ustedes profesan como seña de identidad básica. Uds. afirman que hombres y
mujeres son iguales o deben serlo (no está claro: ¿son o deben ser?) y que
cualquier forma de sexualidad es equiparable a
la que siempre se ha considerado normal entre hombre y mujer porque, en
definitiva, el acto sexual no tiene otro objeto que la obtención de placer y
este puede conseguirse de muchas formas. En particular exaltan uds la
homosexualidad como un motivo de orgullo, atribuyéndole las cualidades de
libertad, igualdad y amor. Las formas tradicionales de amor sexual serían
simplemente unas más, en realidad inferiores al estar contaminadas de lo que
uds. llaman “machismo”. Creen también que el aborto no es la liquidación de
vidas humanas, sino una manifestación de libertad y derechos de la mujer,
derechos que deben ejercerse lo más ampliamente posible, para ser eficaces.
En cambio yo, y muchos otros, creemos –en
realidad constatamos porque es la misma evidencia– que hombres y mujeres
son notablemente diferentes y complementarios tanto física como psíquicamente;
y que ello determina la sexualidad normal. Digo normal no sólo porque es la
forma más frecuente con mucho, sino porque es la que asegura la reproducción
humana, la permanencia de la especie, mientras que la
homosexualidad y otras formas son estériles. La reproducción exige además la
familia y el compromiso de ambos cónyuges más allá de las conveniencias o
placeres pasajeros. Por eso una sociedad donde esta evidencia se niega o
denigra es una sociedad que corre a la desintegración. Constatamos, además, que
lo que concibe la mujer en su seno es una vida humana,
no una especie de tumor; y que el derecho más
elemental del niño y su mejor modo de desarrollarse, en principio, es una
familia con un padre y una madre reales, y no la parodia de dos “papás” o dos
“mamás”. Creemos que la sociedad debe seguir el camino de apoyar la sexualidad
y la familia normales, sin equiparar otras formas de relación sexual, aunque
sin perseguirlas salvo en sus formas delictivas.
Hasta aquí podríamos
decir que se trata de una cuestión de opinión. Todo normal: ustedes tienen sus
ideas y nosotros las nuestras, la Constitución y en general la democracia
amparan por igual la expresión de unas y otras. Parece que no debería haber ningún
problema, pero los hay, y muchos.
Ante todo, aunque las libertades
democráticas amparan su libertad de opinión y la nuestra, ello no quiere decir
que todas las opiniones valgan lo mismo, pues en definitiva se trata de ver
cuál se acerca más a la verdad, única forma de progresar. Y hay al menos dos
formas de decidirlo. Una es observar los efectos reales de las ideas, por
encima de su retórica justificativa. Estos efectos son mucho menos opinables.
Así, su feminismo, su abortismo y su homosexismo tienen consecuencias sociales
claras: la eliminación masiva de seres humanos (unos cien mil abortos al año,
mientras, curiosamente, se ha dado vía libre a una inmigración en gran parte
ilegal, cosas ambas llamativas); el también
cada vez más masivo fracaso familiar, cuyas víctimas principales son los niños
y adolescentes, criados con graves desequilibrios y deficiencias afectivas. Lo
cual se refleja en fenómenos juveniles como el aumento de suicidios, la
proliferación de las drogas y el alcoholismo, el sexo en
grupo, consumo de ansiolíticos, etc, en todo lo cual España está entre los
países más “avanzados” de Europa, gracias a ustedes y a partidos como el suyo.
Se refleja en la pérdida de respeto del hombre a la mujer y el rechazo del
primero a comprometerse, bien visible en la
violencia doméstica (de hombres a mujeres y viceversa, aunque menos a en
viceversa, y también de padres y madres a hijos y viceversa, una
tendencia en fuerte aumento, pero ignorada en los medios manipulados por
ustedes); en las denuncias “de género” falsas, de las que se trata de
impedir la defensa al acusado, etc. En cuanto al
homosexismo, cualquier persona en sus cabales solo tiene que observar los
espectáculos grotescos y obscenos del “orgullo gay” para hacerse un concepto
del asunto. Ustedes denuncian a menudo los males que ustedes mismos provocan. Y basta ver las
consecuencias sociales de sus ideas para
entender lo que siempre se ha dicho: al árbol se le conoce por sus frutos.
Ustedes son responsables de las consecuencias de sus teorías, y no podrán
eludir esa responsabilidad por mucho que manipulen el lenguaje.
Además de los efectos
sociales, otro modo de acercarse al valor y verdad de las ideas es el debate.
Pero ustedes lo vician de antemano diciéndose representantes de la mujer, de los homosexuales etc. Claro
está que el feminismo representa a la mujer o el homosexismo a los
homosexuales, lo mismo de que el comunismo a los obreros, los separatistas a
los catalanes, etc; es decir, nada. Ustedes
usurpan una representación irreal. Ustedes se representan a sí mismos e,
insisto, son responsables de sus consecuencias, que tratan de eludir con
verborrea fraudulenta.
Y no solo vician de
antemano el debate, de hecho lo sustituyen por una imposición
brutal en los medios y por la amenaza de aplicar la violencia del poder contra
quienes no comulgamos con sus teorías ni aceptamos sus usurpaciones. Ustedes
empiezan por no respetar el derecho de quienes pensamos de otro modo, y tratan
de acallarnos mediante campañas denigratorias de insultos y amenazas, y
promueven manifestaciones de jaurías histéricas, que intentan doblegar la ley
al griterío callejero. Hasta se atribuyen la idea del amor, en mil consignas.,
una nueva usurpación. Ustedes han impuesto sus banderas en el espacio
público y en las instituciones, de manera abusiva, han llenado los medios de
masas con sus lemas y versiones, promueven una retórica cargada de odio hacia
la familia normal, a la que tildan de “patriarcal” y “machista”, típicas
palabras-policía totalitarias. Odian a la familia de origen
cristiano, porque ustedes odian también al cristianismo, raíz de nuestra
civilización. Y todo eso, como el “orgullo gay”, lo hacen con dinero que
no es suyo, obligándonos a pagarlo a quienes no estamos de acuerdo, es decir,
robando, literalmente, un dinero que no es suyo para aplicarlo ilegalmente
a un adoctrinamiento indecente, una corrupción más entre aquellas
en que tanto han destacado ustedes a lo largo del tiempo: los “Cien años de
honradez”.
Ninguna de sus actuaciones políticas
responde a los principios de la libertad de opinión y expresión de la
democracia, y por el contrario, los vulneran de un modo típico de los partidos
y gobiernos totalitarios. Y en ese camino están llegando demasiado lejos.
Ustedes pervierten el lenguaje sistemáticamente, cambiando sus significados. Lo
que llaman amor es odio; lo que llaman libertad es imposición desde el poder;
lo que llaman pluralismo es ataque al disidente. Y han ido más allá: han
elaborado leyes “de género” o “de odio”, para castigar la discrepancia. Con
ello, ustedes pretenden algo sin precedentes siquiera en los anteriores totalitarismos: regular los
sentimientos. Asombra oír en labios de una ministra semianalfabeta y ayudante
de un juez delincuente, la pretensión de cambiar la mente de las personas; o a
otra determinar la relación sexual más
íntima, o perseguir el amor romántico como machista. Personajes
despreciables política y personalmente exhiben una escalada de disparates que
darían risa si no fueran peligrosos al imponerse desde la violencia del estado,
que por eso mismo deja de ser legítima. Un poder, además, no salido de las
urnas. Esto no ha ocurrido siquiera en los regímenes soviéticos. Hay que decir
que en esta siniestra empresa no están ustedes solos. Los demás partidos, del
PP a Podemos y la ETA, creo que con la excepción de VOX, van por la misma senda
de destruir la familia y con ella las libertades más
elementales. Ustedes no son demócratas, sino la amenaza más grave que ha tenido
hasta ahora la democracia. Uds son auténticos maleantes. Y, por supuesto, es
preciso pararles los pies si no queremos vernos
sujetos a una tiranía que, como decía Tocqueville, amenaza privar al ser humano
de sus atributos más propios.
Podría extenderme
interminablemente sobre sus fechorías contra la libertad de todos, pero voy a
centrarme después en otra cuestión clave, no menos decisiva y definitoria, la
que llaman ustedes “memoria histórica”.
Invito a mis lectores y oyentes a difundir
esta carta del modo más insistente y masivo.
Fuente: www.piomoa.es
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