Parece que los “mass-media” dicen poco, o nada, de las protestas que están tenido lugar estos días en Hong-Kong, protestas que tienen un nombre: la Revolución de los Paraguas.
Parece que los “mass-media” dicen poco, o nada, de las protestas que están tenido lugar estos días en Hong-Kong, protestas que tienen un nombre: la Revolución de los Paraguas. Como ya sabrán, miles y miles de jóvenes ocupan las calles de dicha ciudad protestando y reclamando democracia.
Tales reclamaciones y protestas son debidas a la situación actual de Hong-Kong. Como también sabrán, esta ciudad fue una colonia británica hasta 1997, año en el expiraba un pacto establecido en el siglo XIX que contemplaba que los ingleses tenía que devolver dicha ciudad a China, pero con una condición: que China respetase el gobierno cuasi autónomo de Hong-Kong.
Como no podía ser de otra manera, la China comunista quiere el control de esta ciudad y para ello, los candidatos para elegir el próximo gobernador de aquel territorio, tiene que ser adeptos al régimen y controlados por éste. No hay democracia ni respeto a los acuerdos que valgan.
En dichas próximas elecciones, que se celebrarán en el año 2017, por primera vez votarán directamente los habitantes de Hong-Kong. En las elecciones anteriores, sólo votaba un comité formado y controlado por el gobierno comunista chino.
Como ya supondrán, los habitantes de esta ciudad están hasta los dídimos del dominio y control comunista, lanzándose a la calle para pedir, entre otras cosas, la dimisión del gobernador Chin-Yin, lameculos de China, y poder elegir ellos libremente sus candidatos, amenazando con ocupar edificios del gobierno.
La reacción de la China comunista no se dejó esperar, diciendo que se pueden llegar a situaciones y consecuencias inimaginables.
Conviene recordar que Hong-Kong tiene una extensión de 1.000 km2, con una población de 7 millones de habitantes. Lo que no soporta la China comunista es que esta ciudad, con un régimen económico que nada tiene que ver con el comunismo, se haya convertido en un rica plaza asiática, llegando a tener una renta “per capita” de 43.000 dólares, frente a los 6.500 de la China comunista.
Si se armase el conflico, no importa, oiga, seguiremos cantando la internacional, levantando el puño y echando la culpa a los EE.UU., al capitalismo, a la “infame” y a la “conspiración judeo-vaticana”.
¡Ah!, y como tampoco podía ser de otra manera, el gobierno chino censura toda noticia sobre este acontecimiento para que su “pueblo soberano” no se entere de lo que se cuece en Hong-Kong.
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