Como decíamos en la anterior entrega, en ésta y en sucesivas, veremos la literatura española en siglo XIV. Conviene destacar que durante este período continúa la gigantesca obra de la Reconquista. Los reinos españoles van tomando color a medida que se van expulsado a los musulmanes de España.
Como recordarán, al principio de este siglo tuvo lugar la gran expedición catalano-aragonesa a Oriente al mando de Roger de Flor, obteniendo en 1340 una gran victoria sobre el mundo árabe en la batalla del Salado, asunto este que inmortalizó a Alfonso XI como ídolo de los trovadores. Bien es verdad que España sufrió una derrota durante el reinado de Juan I de Castilla, cayendo prisionero el gran literato Pedro López de Ayala. Posteriormente, concretamente en 1402, se ponen los primeros cimientos de la unidad nacional al ser elegido en Caspe a Fernando de Antequera como rey de Cataluña y Aragón.
Conviene destacar, asimismo, el gran auge que alcanzó la arquitectura, con la construcción de catedrales de estilo gótico y de monasterios.
Por otra parte, la vida de aquel entonces se caracterizaba por la lucha entre el estado simple y llano y la oligarquía feudal. Los reyes se apoyaron en el estado para luchar y combatir contra aquella, que terminó sucumbiendo al afianzarse la monarquía.
También conviene destacar que florecen las Universidades.
En cuanto a la literatura, hay que reseñar que Francia, que hasta entonces ocupaba un lugar hegemónico, quedó postergada cediendo dicha hegemonía a Italia, en donde aparecen tres poetas verdaderamente geniales: Dante Alighieri (1265-1321), con su famosísima “Divina comedia”; Francisco Petrarca (1301-1376), con sus irrepetibles e inimitables poesías líricas, y Boccaccio (1313-1375), con sus no menos geniales cuentos. Estos tres literatos fueron considerados como los creadores y precursores de la literatura novelesca.
Durante este período, la escuela del mester de clerecía decae estrepitosamente hasta tal extremo que a finales de este siglo XIV apenas se encuentran manifestaciones literarias de su género, aunque hay que tener en cuenta y en consideración las obras del Arcipreste de Hita y de López de Ayala.
Del primero, cuyo nombre era el de Juan Ruíz, se destaca el “Libro del buen amor”. El índice de esta gran obra fue trazado por Menéndez Pelayo de una forma y manera que veremos en la próxima entrega, junto a la “Cántiga de serrana”.
Continuará
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