viernes, 21 de febrero de 2014

Historia de la Literatura Española ( X I I )



Como decíamos en la anterior entrega, en ésta transcribiremos unos versos del poema del Mío Cid tal como están en el original. Después los “traduciremos” para que se entiendan. 

Mío Cid Ruy Díaz   por Burgos entróve,
En su conpanna LX pendones leuaua;
Exienlo ver mugieres e uarones,
Burgesses e burgesas por las finiestras son puestos,
Plorando de de los oios, tanto auyen el dolor.
De sus bocas todos dizian una razón; buen vassalo si ouiese buen senaor;
Conbidar-le yen de grado, mas ninguno non osaua, El rey don AÍfonsso tanto auie la grand sanna.
Antes de la noche en Burgos del entró su carta,
Con grant  recabdo e fuerte-mientre sellada.
Que a Myo Cid Ruy Diaz que nadi nol diessen posada,
E aquel que gela diesse sopiesse una palabra,
Eue perderie los aueres e mas los oios de la cara,
E aun demas las los cuerpos e las almas.
Grande duelo auien las yentes christianas.
Asconden-se de Myo Cid ca nol osan dezir nada
El Campeador adelinó a su posada.

Asi commo legó a la puerta falóla bien cerrada,
por miedo del rey AÍfonsso que asi lo auie parado;
QUE SI SON las quebrantas por f uerça que non gela abriese 
Los de Myo Cid, a altas uoces laman:
Los de dentro non les querien tomar palabra.
Aguijó Myo Cid, a la puerta se legaua,
Sacó el pie del estribera, una feridal daua.
Non se abre la puerta, ca bien era cerrada.
Una ninna la de nuef annos a oio se passaua;
Ya Campeadordor en buen hora cinxiestes espada.
El rey ha vedado, anoch dél entró su carta,
Con grant recabdo e fuerte-mientre sellada.
Non uos osariemos abrir nin coger por nada.
Si non perderiemos los aueres e las casas,
E demás los oios de las caras.
Cid, el nuestro mal uos non ganades nada,
Mas el Criador uos uala con todas sus uertudes sanctas. Esto la ninna dixo, e tornos pora su casa.
Ya lo veeel Cid que del rey non auie gracia,
Partidos de la puerta, por Burgos aguijaua,
Llegó a Sancta María: luego descualga
Ffincó los ynoios, de coraçon rogaua.
La oraçicon  fecha luego caualgaua.
Salióp or la puerta e en Arlançon posaua.
ANÓNIMO

Mío Cid en Burgos entró
van en su compañía   sesenta pendones;
salen a verlo   mujeres y varones,
burgueses y burguesas   a las ventanas se ponen,
llorando de los ojos,   ¡tan grande era su dolor!
De las sus bocas   todos decían una razón
«¡Dios, qué buen vasallo,   si tuviese buen señor!»

Le hospedarían con gusto,   pero ninguno osaba:
que el rey don Alfonso   le tenía gran saña.
Antes de la noche   en Burgos entró su carta
con gran mandamiento   y fuertemente sellada
que a mío Cid Ruy Díaz   que nadie le diese posada
y aquellos que se la diesen   supiesen vera palabra
que perderían sus bienes   y además los ojos de la cara,
y aun además   los cuerpos y las almas.
Grande duelo tenían   las gentes cristianas;
se esconden de mío Cid,   que no osan decirle nada.
El Campeador   se dirigió a su posada;
cuando llegó a la puerta, la halló bien cerrada,
por miedo del rey Alfonso, así ellos acordaran:
que a menos que la rompiese,   no se la abrirían por nada.
Los de mío Cid   a altas voces llaman,
los de dentro   no les querían responder palabra.
Aguijó mío Cid,   a la puerta se llegaba,
sacó el pie del estribo,   un fuerte golpe daba;
no se abre la puerta,   que estaba bien cerrada.
Una niña de nueve años   a mío Cid se acercaba:
«Ya Campeador,   en buen hora ceñiste espada
«El rey lo ha vedado,   anoche entró su carta,
«con gran mandamiento   y fuertemente sellada.
«No os osaríamos   abrir ni acoger por nada;
«si no, perderíamos   los bienes y las casas,
«y aún además   los ojos de las caras.
«Cid, en nuestro mal   vos no ganáis nada;
mas el Criador os guarde   con todas sus virtudes santas».
Esto la niña dijo   y tornó para su casa.
Ya lo ve el Cid   que del rey no esperaba gracia.
Partióse de la puerta,   por Burgos aguijaba,
llegó a Santa María,   luego descabalga;
hincó las rodillas,   de corazón rogaba.
La oración hecha,   luego cabalgaba;
salió por la puerta,    el río Arlanzón pasaba.

En la próxima entrega seguiremos con la Época Preclásica, siglos XII y XII. Veremos parte del poema de Gonzalo de Berceo (1180-1246) intitulado “De los signos que aparecerán ante el juicio”. 

Continuará


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog