Cuando se usan y emplean
métodos de fuerza, de coacción, e incluso violencia, para obtener y conseguir
unos fines que, mintiendo, nos dicen que son justos, inevitablemente se entra
en decadencia.
Y la decadencia nos llevó a
una crisis que ahí sigue: los precios siguen en aumento; el gobierno anuncia
día tras día planes de emergencia a tutiplén, producto de su ineficacia,
ineptitud e improvisación; se descubren casos de corrupción a todos los
niveles, etc, etc.
Si nos fijamos un poco, esta
crisis es el producto de una subversión de todos los valores éticos y morales que
este gobierno, y los anteriores, han patrocinado desde hace tiempo, y que ha
llevado también a la ineficacia e inexistencia de verdaderas instituciones,
tanto en el ámbito privado como en el público, que protejan al ciudadano de
todos los desmanes, desastres y abusos de esta pandilla de íncubos que nos
gobiernan.
Por otra parte, ¿cómo tienen
los miembros de este gobierno la cara dura de pedir y exigir al pueblo que
comprenda la situación, mientras ellos se comportan de modo totalmente
diferente al que exigen? No hay nada más que echar un vistazo a la impunidad
con la que actúan, a las mentiras que nos cuentan, además de pasarse el sistema
jurídico por el forro de los dídimos.
Por otra parte, ahí seguimos
con las autonomías que, aparte de costarnos una fortuna, son utilizadas como
instrumentos para beneficiarse unos pocos, o unos muchos amigos y
correligionarios. No olvidemos que en estos momentos el Estado está por encima
de la Ley y, por tanto, ésta no puede poner límites a aquél, lo que origina,
como estamos viendo, corrupciones al más alto nivel.
Quizá la peor consecuencia
que emana del comportamiento de este gobierno sea la de que nos están saqueando
por lo cuatro costados, quitando el fruto del trabajo a los que verdadera y
realmente lo crean y generan, para transferirlo a quien no quiere dar golpe, o
al que no le corresponde.
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