Uno de los asesinos y criminales más espantosos que haya dado la Humanidad, fue el dictador comunista Mao Tse Tung, nacido el 26 de diciembre de 1893. Se cumplen ahora, por tanto, 120 años de su nacimiento que, como ya habrán leído estos días en la prensa, tal acontecimiento se está celebrando en China por todo lo alto.
Vamos a dar un repaso somero a la vida de este monstruo. Lo primero que hay que decir es que a pesar de sus crímenes, aún se conserva su cadáver, así como un gigantesco retrato suyo, en la Plaza Tiananmen en el centro de Pekín, plaza que se llamaría mejor Plaza de las Matanzas del Régimen.
Existe un libro intitulado “Mao, la historia desconocida”, escrito por Jon Halliday y por Jung Chang, Editorial Taurus, 2.006, 1029 páginas, incluido Álbum de fotos, en el que se refleja la verdadera personalidad de este sujeto. Diremos que Jung Chang, perteneció a la Guardia Roja china, y viendo el horror de la Revolución Cultural y el Gran Salto Adelante, que provocó la muerte de entre 30 y 40 millones de personas, huyó despavorida a Gran Bretaña.
Mao, como todos los dictadores comunistas, lo primeo que hizo fue eliminar a los opositores. Así, asesinó a más de 10.000 guardias rojos que, previamente, eran sometidos a terribles torturas, tales como introducirles un alambre por el pene y colgarlos de las orejas. Las esposas de estos guardias rojos también eran sometidas a tortura: en sus vaginas se introducían mechas ardiendo y sus pechos se cortaban con puñales (Página 126).
Mientras el pueblo se moría de hambre, se apropió de los alimentos del campesinado para intercambiarlos con la URSS por armas. Además, este monstruo chino no sentía ninguna compasión por el horror que estaba causando. En 1.958 decía que “la muerte tiene sus beneficios”, y también “con los muertos se puede abonar la tierra”.
En la página 302 se lee:
“Las desigualdades y los privilegios eran ubicuos. Todas las instituciones y organismos tenían tres niveles de cocina. Los trabajadores más modestos recibían la mitad de carne y aceite de cocina que las clases medias, mientras la élite recibía mucho más. A los dirigentes se les daba comida especialmente nutritiva”.
La vida de este criminal y asesino era de auténtico lujo. Comía exquisitos majares fabricados únicamente para él, a la vez que viajaba en lujosos automóviles, trenes, barcos, aviones que constituían su propia flota.
Para atender sus “necesidades”, contaba con un plantel de bellas “cantantes, bailarinas, enfermeras y sirvientas”, que a la vez ejercían la función de concubinas.
“Las condiciones espartanas y la pobre alimentación causaban muchas enfermedades, pero sólo los altos funcionarios tenían acceso a los pocos medicamentos que había en la base y que eran importados especialmente de las zonas nacionalistas. Mao tenía un médico personal norteamericano, George Hatem, y médicos soviéticos. Cuando necesitaba algo a alguien – como por ejemplo, un fisioterapeuta – lo pedía a Moscú, o a Chongquing, a través de Zhou Enlai. Los cuadros dirigentes recibían un tratamiento en los hospitales y nadie podía entrar en un hospital sin autorización de su unidad de trabajo. La comida se distribuía según jerarquías también en los hospitales”. (Página 303)
En fin, no seguimos. Lo que sí recomendamos es leer el libro reseñado.
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