domingo, 22 de abril de 2012

La Ópera ( X I X )

LA FLAUTA MÁGICA
(Autor: W. Amadeus Mozart - Actos: II)

    
 (Título original "Die Zauberflöte").


Fuente.- Si se quisieran exponer todas las fuentes concretas posibles de la Flauta mágica, tendríamos un texto con muchas páginas. Tanto Mozart, miembro activo de la logia, como Schikaneder (autor del libreto), estaban muy cerca de la masonería. Las ideas de ésta, y más aún una parte de su ritual y de sus ceremonias, eran muy conocidas en la época y resultaban particularmente atractivas porque eran consideradas "secretas" y se practicaban en círculos que eran inaccesibles al pueblo. La "asamblea de los sacerdotes" en La flauta mágica, los interrogatorios, pruebas, etc., son claras ideas masónicas que Schikaneder incluyó en el texto. Por supuesto, se incluye la simbología o mística de los números. En esta ópera, el número tres tiene un papel importante: tres damas, tres niños, tres puertas, tres acordes de los metales, tres exigencias morales a los candidatos ("constante, paciente, discreto") antes de poder ser recibidos en el grupo de los "iniciados".

Sin embargo, además de estas fuentes generales, hay modelos directos de La flauta mágica. Por ejemplo la novela Sethos, del abate Jean Terrasson, aparecida en 1.731, que adelanta muchos elementos de la ópera de Mozart. Es digno de mencionar un ensayo del "Gran Maestre" de las logias austríacas, Ignaz von Born, pero sobre todo las obras del poeta Christoph Martin Wieland (que era uno de los autores favoritos del padre de Mozart, de manera que es seguro que Wolfgang las conoció en parte). En 1.789, poco antes de la composición de La flauta mágica, se publicó Dschinnistan, una colección de cuentos de Wieland, uno de los cuales se titula "Lulu oder die Zauberflöte".

Personajes.- Sarastro (bajo); Tamino, un príncipe (tenor); la Reina de la Noche (soprano); Pamina, su hija (soprano); tres sacerdotes del séquito de Sarastro (un tenor, dos bajos); tres damas del séquito de la Reina de la Noche (dos sopranos y una contralto); tres niños (dos voces infantiles agudas y una voz infantil grave, o dos sopranos y una contralto); Papageno, pajarero (barítono); Papagena (soprano); Monostatos, un moro en el reino de Sarastro (tenor); dos hombres con armadura (tenor y bajo); sacerdotes y séquito.

Lugar y época.- Lugares de fantasía que tienen su centro espiritual en el "Templo de la sabiduría" de Sarastro, sin que dicho templo se le pueda situar en un lugar geográfico determinado, por más que esté cerca de "Oriente", en Egipto en una lejana prehistoria.

Argumento.- Esta ópera singularísima puede explicarse de dos maneras: como una sencilla comedia con figuras surgidas de la fantasía, ingenua en su combinación de elementos serios y cómicos, popular, exótica; y como una obra filosófica cuyo sentido más profundo está velado intencionadamente, de manera que la masa vive una agradable velada de ópera, mientras el iniciado ve una comedia sobre el bien y el mal, sobre los esfuerzos del hombre por alcanzar la perfección, sobre selección y verdad, nobleza de alma y muchas otras cosas.

Los personajes que actúan pertenecen a diferentes niveles y simbolizan principios diferentes. En el centro está Sarastro, sumo sacerdote de un "Templo de la sabiduría". Puesto que invoca a Isis y a Osiris, podemos situarlo en una época antiquísima de Egipto. Es un "iniciado", un jefe espiritual en sentido ocultista. Los ritos que ejecuta y los ideales que representa coinciden ampliamente con los de la masonería y otras sociedades secretas. (Mozart fue masón, hecho que interesa señalar aquí). En todas aquellas cosas que tienen relación con la poderosa personalidad de Sarastro, el número tres ("número sagrado" para el hermetismo) desempeña un papel importante: tres niños con sus heraldos, su templo tiene tres puertas, tres acordes anuncian su aparición. Su contraparte es la "Reina de la Noche". El reino de Sarastro significa la luz, el sol, la verdad y la sabiduría; el de la Reina de la Noche, en cambio, oscuridad, incertidumbre, bajas pasiones. También ella está acompañada por tres seres, las "tres damas". Entre estos dos reinos que encarnan polos opuestos, se muestran los hombres, que se dividen en dos grupos: los que buscan el conocimiento y una vida espiritual y están en condiciones de elevarse por encima de las pasiones, y los otros, los que se conforman con la existencia puramente material y sus goces vulgares. El primero está simbolizado por el príncipe Tamino ("príncipe" quiere decir en este caso nobleza de espíritu, no origen aristocrático), el segundo por el pajarero Papageno, que aparece de manera característica adornado con plumas y no conoce ideales más altos que comer, beber y una mujer. Pamina, hija de la Reina de la Noche, es purificada por el amor: su camino la conduce, fuera del reino de la noche y de las pasiones, hacia las alturas del conocimiento, en el que se convierte en fiel compañera de Tamino.

La obertura es una maravillosa pieza musical. Encontramos en ellas los tres acordes simbólicos y un movido "fugato" con el que tal vez, si tales interpretaciones son posibles en Mozart, se caracterice la lucha por la perfección del hombre interior. Entonces se levanta el telón y nos encontramos en un paisaje de fantasía, en una especie de bosque encantado en el que una serpiente gigantesca persigue a Tamino. (La serpiente personifica en el ocultismo la tentación, las bajas pasiones). El príncipe cae inconsciente y las tres damas matan al reptil con sus lanzas. Las tres elogian la belleza del joven. Cuando se retiran, aparece Papageno, un joven que vive en medio de la naturaleza y caza pájaros para la Reina de la Noche, a cambio de comida y bebida. Se presenta cantando una alegre canción, que aquí y allá irrumpe con las cinco notas de su caramillo.

Papageno, después de haberse llevado un gran susto, se presenta ante Tamino, que ya vuelve en sí, como el hombre que ha matado a la serpiente. Entonces aparecen de nuevo las tres damas: como castigo por su mentira, ponen a Papageno un candado en la boca. Al príncipe en cambio le enseñan el retrato de una joven.

Entusiasmado, Tamino canta a la bella desconocida. (La magnífica escena ha entrado en la historia de la ópera con el nombre de "aria del retrato").

Acompañada de rayos y truenos aparece la Reina de la Noche, sublime y misteriosa, tachonada de estrellas y coloraturas. Cuenta al sorprendido Tamino que su hija Pamina, cuyo retrato tiene en la mano, fue secuestrada por un "malvado" llamado Sarastro. Si consigue salvarla, se casará con ella. La Reina de la Noche desaparece igual que apareció, rodeada de prodigios. Entre los que quedan se forma un encantador quinteto, al que Papageno, que tiene la boca cerrada con el candado, solamente puede contribuir gruñendo hasta que se le levante el castigo. Las tres damas entregan a los dos hombres instrumentos mágicos que les serán útiles en el peligroso viaje al país de Sarastro. El príncipe recibe una flauta; Papageno, que no tiene ganas de emprender una aventura tan peligrosa, un carillón.

Los dos hombres emprenden la marcha para rescatar a Pamina y se acercan al castillo de Sarastro: Tamino con valentía, Papageno temblando de miedo. El segundo se encuentra inesperadamente con el moro Monostatos, que pertenece a la corte de Srastro. El negro se esfuerza por conseguir a Pamina y quisiera besarla. El espanto que Papageno siente al verle, sólo es superado por el que siente Monostatos: cada uno cree que el otro es un demonio. Papageno se recupera después de una breve huida. Si hay pájaros negros, y Papageno los conoce muy bien a causa de su actividad, entonces ¿por qué no puede haber hombres negros?. Se acerca a la joven, que se pone muy contenta al saber que cerca hay hombres que han ido a liberarla, y el hecho de que se trate de un príncipe joven y bello no puede dejar indiferente su corazón. Un dúo sobre el amor une a la soprano lírica Pamina con el barítono bufo Papageno, que de repente se pone serio e igualmente lírico. Ya sea porque los autores olvidaron el carácter de sus propios personajes, ya sea porque Mozart simplemente tenía una melodía íntima a mano, el caso es que una joven ingenua y un joven cerril y primitivo se ponen a cantar lo "divino" que es el amor.

Tamino llega a las puertas de un templo. Son tres puertas. Sorprendido, mira a su alrededor. Allí donde pensaba que estaría la fortaleza imponente de un tirano se encuentra con una construcción noble, visiblemente consagrada a la sabiduría y a la humanidad. Tres niños le han indicado el camino y por último le han dicho la fórmula de la VIRTUD MASÓNICA: "Sé constante, paciente y discreto". Llama a una de las puertas y como respuesta recibe un brusco "¡Atrás!". Lo intenta en la segunda puerta y recibe la misma respuesta. Por último llama a la tercera (con lo que se cumple otra vez el rito masónico) y aparece majestuosamente un sacerdote.

La escena siguiente no sólo es significativa por el contenido, sino que también desde el punto de vista musical presenta una novedad interesante: Mozart usa aquí el recitativo, que sólo encontramos en la ópera italiana, nunca en la alemana. Quien quiera puede ver en este detalle el punto de partida del drama musical del futuro, ¡hasta llegar a Wagner!. El recitativo de Mozart es melodioso y suave; expresa los sentimientos más diversos e incluye el invisible coro masculino, utilizado para subrayar la atmósfera mística y que acentúa en cierto modo las palabras del sacerdote denominado "orador".

Tamino está muy impresionado por la majestuosidad del lugar y por la actitud del sacerdote, que forman una unidad. Palabras extrañas le hacen reflexionar: "la mano de la amistad" debe introducirlo en el santuario para que pueda cumplir su más elevado objetivo, llegar a Pamina.

El deseo de luchar contra el supuestamente malvado Sarastro se ha evaporado. Tamino intuye la existencia de una voluntad más elevada y sabia. Absorto en sus pensamientos, permanece en el lugar después de que se ha ido el sacerdote. Acerca la flauta a los labios y ejecuta una melodía. El efecto se muestra en seguida: animales de todas las especies se acercan mansamente para oir. Por último, el caramillo de Papageno responde a la melodía de Tamino, que prosigue la marcha para encontrar a su acompañante, que tal vez haya visto ya a Pamina. Pero en cuanto se va el príncipe, llegan Pamina y Papageno por otro camino, buscan a Tamino, no lo encuentran por ninguna parte y son sorprendidos así por el moro Monostatos, que se alegra de encontrarlos. Papageno recuerda su carillón mágico, y basta que lo haga sonar para que el moro y los esclavos que llegan corriendo comiencen a bailar y se alejen de ellos.

Acorden solemnes anuncian la aparición de Sarastro. Pamina se arrodilla ante él, reconoce su intento de fuga y pide perdón. Sarastro la levanta con dulzura. Sus palabras son de comprensión, a pesar de que no escatima los reproches contra la Reina de la Noche y las mujeres en general, que necesitan la guía de los hombres para "no salirse de su campo de acción". (Otra idea masónica, comprensible en el texto porque la masonería, en aquella época, era exclusivamente para hombres).

Luego, el diligente Monostatos conduce también a Tamino al lugar. El amor entre Tamino y Pamina brota a primera vista. Sin embargo, la hora de su unión no ha llegado todavía. Sarastro tiene planes más elevados para ambos: deben superar unas "pruebas", recorrer el camino de la perfección humana. (Otra vez una idea masónica: los neófitos son sometidos a pruebas de este carácter antes de ser considerados "dignos").

Coros solemnes, que alaban la profunda sabiduría de Sarastro, cierran el acto.

El cuadro siguiente se desarrolla en la sala de celebraciones del templo interior. Sarastro propones a los sacerdotes reunidos conducir a Tamino por el camino de la "iniciación". La reunión se desarrolla según el rito masónico. Un miembro de la comunidad plantea las preguntas escritas de antemano: ¿Posee Tamino virtudes?. ¿Es discreto?. ¿Hace obras de caridad?. Sarastro responde afirmativamente. Pamina ha sido destinada por los dioses a ser compañera del noble joven. Por eso, Sarastro tuvo que apartarla de su madre, que no puede reconocer los verdaderos valores de la vida. Resuenan varias veces, como signo de aprobación, tres solemnes acordes ejecutados por los trombones. Uno de los sacerdotes plantea una objeción: ¿querrá Tamino someterse a una prueba, dado que es un príncipe?. La respuesta de Sarastro es sorprendente para la época: Tamino es más que príncipe "¡Es un hombre"!. En un aria maravillosa, pide a los dioses que ayuden a la joven pareja.

Tamino y Papageno son llevados a una antesala del templo y sometidos a un interrogatorio por el orador. El príncipe se clara dispuesto a pasar todas las pruebas para llegar a participar de la sabiduría y conseguir a Pamina. Papageno, por el contrario, no quiere saber nada de pruebas ni de una vida rigurosa. Sólo la perspectiva de una "Papagena" lo pone más sensible.

Como primera prueba se les exige un riguroso silencio. Aparecen las tres damas y auguran a los hombres desgracias y destrucción. Papageno no pude contenerse y se deja llevar a una conversación en la que inútilmente intenta enredar al príncipe. Regresa el orador, felicita a Tamino por su conducta "viril" y prosigue con ambos hombres el peregrinaje (detrás del cual hay otra idea masónica: el camino de la purificación y, en sentido figurado, incluso la transmigración de las almas).

Una vez más, el moro Monostatos asedia a la joven Pamina, ocasión para la cual Mozart le ha dado una encantadora y auténtica aria de "singspiel". Cuando quiere besar a la joven, que está durmiendo, aparece entre rayos y truenos la Reina de la Noche. El moro huye aterrorizado. Pamina se despierta y es inducida por su madre a que se vengue de Sarastro. (El aria en lo que dice está llena de dificultades de todo tipo y lleva a las regiones extremas de la coloratura, incluso a la nota más alta, repetida varias veces).

La Reina de la Noche pone en manos de su hija un puñal para que mate a Sarastro. Y desaparece. Monostatos ha oído la conversación. Entonces quita el arma a la joven e intenta una vez más obtener a la fuerza su amor. Entonces aparece Sarastro. Sabe lo que ha ocurrido, pero está muy por encima de todo. El texto de Schikaneder, por lo general muy vulgar, alcanza alturas humanísticas dignas de consideración: "En este templo sagrado no se conoce la venganza y si cae un hombre, el amor lo obliga...

En estos muros sagrados, donde el hombre ama al hombre, no se puede esconder ningún traidor, porque se perdona al enemigo..." Y Mozart, que encuentra expresada su propia esencia, reviste de oro estas palabras, afines al espíritu del idealismo alemán, con una de sus más nobles melodías.

La acción se disuelve entonces, provisionalmente, en pequeñas escenas. Aparecen los tres niños para dar valor al príncipe. Tamino, cuyos pensamientos están dirigidos a objetivos más altos, no prueba los alimentos que llevan. Papageno, por el contrario, come con apetito y no deja de alabar la cocina y la bodega de Sarastro. Aparece Pamina, pero Tamino, de acuerdo con su juramento, no puede decirle una sola palabra. El doloroso desengaño de la joven, que se cree despreciada y rechazada, conduce a una de las piezas más hermosas de la partitura, el aria "Ay, siento que ha desaparecido para siempre la dicha del amor", para la cual Mozart encontró conmovedores sonidos íntimos.

Las pruebas siguen su curso. Sarastro reúne a los dos amantes por un breve tiempo, pero sólo para que se digan "adiós" para siempre. Mientras tanto, Papageno tiene sus propias experiencias. Pide en una canción de estilo popular, la "Papagena" que le han prometido, ocasión en la que el carillón se utiliza con generosidad. Llega cojeando una anciana, afirma llamarse Papagena y ser la novia de Papageno. Éste vacila entre la indignación y la burla. Papagena se transforma en una joven muy atractiva, pero desaparece en seguida, pues Papageno todavía no la merece.
Pamina se entrega a la desesperación. Si Tamino no la ama, la vida ya no tiene valor para ella. Los tres niños la salvan cuando se intenta suicidar. Y entonces puede, abrazada estrechamente a su amado, acompañarlo en el camino de las pruebas más difíciles. Se trata de superar la prueba del fuego y del agua. La joven pareja atraviesa con valor estas estaciones simbólicas de la más elevada purificación. Y entonces llega el gran momento que habían anunciado los tres niños: "Pronto amanecerá, el sol aparecerá en un camino de oro, pronto desaparecerá la superstición..." Las puertas del Templo de la Sabiduría se abren de par en par.


Papageno se ha quedado muy atrás. No puede seguir un camino cuyo sentido no conoce. No todos los seres pueden llegar hasta los conocimientos más profundos. Pero también para los otros puede haber felicidad en la tierra, aunque sea de una naturaleza más sencilla que la de los iniciados. Papageno ha decidido poner fin a su vida en el caso de que nadie se apiade de él. Para ello, antes de colgar el lazo del árbol, cuenta muy lentamente hasta tres. En el último instante aparecen los tres niños y le recuerdan que posee el carillón mágico. ¿Por qué no lo intenta con él?. Aparece Papagena, y en un cómico dúo en el que parlotean graciosamente, expresan su deseo de tener muchos Papagenitos. Apenas se puede pensar en un contraste mayor que el que se nota en la pareja principal, Pamina y Tamino, y la pareja cómica, Papageno y Papagena. Allí la existencia más elevada, el conocimiento del sentido de la vida. Aquí las alegrías de la pasión humana. Una pieza "mágica y cómica" se convierte en un problema. Simbólicamante, es también su final. Las figuras de la noche, la Reina y Monostatos, se han aliado y penetran secretamente en el templo para matar a Sarastro. Sin embargo, la luz resplandeciente vence al final, el poder de las tinieblas se derrumba para siempre.

Historia.- Se dice que Schikaneder propuso a Mozart componer juntos una ópera en la primavera de 1.791. Hay fuentes que añaden que pidió al compositor que aceptara aquel trabajo para reanimar su teatro, que estaba en dificultades. Cuesta creer que fuera así: la posición de Mozart en la Viena de la época era demasiado débil para semejante acción de salvamento. Llama la atención el hecho de que, un año antes, los dos viejos conocidos, Schikaneder y Mozart, se pusieran en contacto con motivo de una cuestión que desembocó en La flauta mágica.
En octubre de 1.790, el actor y director teatral Schikaneder envió a Mozart el texto de un dúo cómico con la petición de que le pusiera música. Se mostró muy satisfecho con la composición de Mozart. Sólo en


Marzo de 1.791 comenzó el verdadero trabajo en colaboración. No se sabe si Schikaneder envió a Mozart de una vez el libreto completo. ¿Se llegó a una interrupción en Junio por razón de la aparición de una obra de la competencia?. De todos modos Mozart tuvo que suspender unas semanas más tarde, provisionalmente, el trabajo de La flauta mágica para cumplir de manera urgente el encargo de La clemenza di Tito. A mediados de Septiembre terminó la partitura. La obertura y la marcha de los sacerdotes fueron incluidas poco antes del estreno. Éste tuvo lugar el 30 de Septiembre de 1.791 en el teatro Auf der Wieden, en Viena, y la ópera fue aclamada jubilosamente.

Una verdadera fiebre de La flauta mágica estalló después de la II Guerra Mundial. Las posibilidades insospechadas que se ofrecieron en esa época a los directores de escena pueden haber contribuido a iluminar una obra tan multiforme desde un punto de vista diferente cada vez. Pero son sobre todo los valores interiores de la obra los que impiden que envejezca. 

Vean y escuchen el aria “La reina de la noche”
 

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