Creado el 30
agosto, 2018 por Pío Moa
Sin ser creyente, siento gran respeto por la cultura católica, raíz
fundamental de la cultura española. Solo tengo que viajar un poco por el país
para percatarme de la acumulación inmensa de arte, belleza y cultura en general
que ha producido; y repasar la historia para constatar el altísimo número
de escritores, artistas y pensadores generados por la Iglesia española a lo
largo de siglos.
Pero durante la pasada guerra civil, la
Iglesia sufrió la persecución quizá más sangrienta y sádica de su historia, abundantemente
documentada. Unos 7.ooo clérigos fueron asesinados cruelmente, así como
numerosos cristianos por el hecho de serlo, miles de templos, monasterios,
ermitas, bibliotecas y centros de enseñanza fueron incendiados y expoliados.
Aquellas acciones constituyen técnicamente un genocidio, el único perpetrado en
aquella contienda, y se realizó en nombre de una democracia o libertad negadas
por los propios partidos que lo cometieron: se trataba de totalitarios
socialistas y stalinianos, más ácratas, auxiliados por golpistas y grupos
racistas-separatistas. Los cuales, por cierto, también se persiguieron y
masacraron abundantemente entre ellos mismos. Y si el exterminio de la
Iglesia no fue total, se debió primordialmente al general Francisco
Franco, que derrotó a los exterminadores, restableció el culto y favoreció
extraordinariamente a la Iglesia tras haberla salvado, literalmente, de la
aniquilación en España.
Cabría pensar que aquellos partidos, una
vez vencidos, habrían recapacitado, se habrían vuelto demócratas y abandonado
las exaltaciones que les llevaron a tales crímenes. De haber aprovechado la
lección de la historia, habría sido posible una reconciliación por otra parte
necesaria para evitar el resurgir de los odios. Pero vemos que no es así. Hoy
proliferan, en la calle y en la prensa, burlas, insultos y agresiones como las
que preludiaron la Gran Persecución. Y el Partido Socialista –en el poder sin
pasar por elecciones y apoyado por los partidos autoconsiderados herederos de
los mismos genocidas– planea una cumplida venganza empezando por ultrajar la
tumba de Franco, destruir el Valle de los Caídos o su significación, acosar a
la Iglesia y suprimir las libertades de opinión, expresión, investigación y
cátedra para cuantos discrepen de la versión de la historia fabricada por los
suyos, al modo de países como Corea del Norte o Cuba.
Por la significación histórica de Franco,
calumniado de los modos más burdos y odiosos; por el hecho de tratarse de
un edificio religioso de primera categoría debido a su magnitud, originalidad y
austera belleza; por el ataque que supone a la libertad de los cristianos, es
decir, de todos, porque las libertades son indivisibles… Por todo ello
consideramos muchos, creyentes y no creyentes, que tiene Vd, como máximo representante
de la Iglesia Católica, referente moral de cientos de millones de personas, el
deber ineludible de usar su gran autoridad moral y espiritual para oponerse a
la tremenda fechoría que proyectan unos continuadores de aquel Frente Popular
que jamás han expresado pesar alguno por su terrible persecución. Comprendo que
la Iglesia afronta otros problemas muy serios, pero no salir al paso de este
sería generalmente interpretado como omisión de auxilio e incluso colaboración
pasiva con el crimen; y ni yo ni millones de otros españoles creemos que tal
cosa pueda ocurrir.
Fuente: piomoa.es
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