Estamos en unos tiempos en los que el pensar parece
que ha desaparecido. Decir a la gente en general, y a la juventud en
particular, que piensen, aunque sólo se aun poco, es como predicar en el
desierto.
El aferrarse a lo cotidiano, a lo intrascendente e
inmediato, es lo que está de moda. No hay más que ver la “telefonopatía” imperante,
además de ver cómo el “ente” parece ser el último dictamen: lo dijo la tele, y
punto redondo. Hablar de leer y de informarse contrastadamente, ni pun.
Son incapaces de generalizar y de pensar en los verdaderos
problemas que en estos momentos asolan a España. Sólo se fijan en casos concretos.
La educación que reciben, procedente del “gonzalato” y del “zapaterato”, y la
de ahora con ese “sanchinflas” que tenemos de “okupa” den la “Monkloa”, es la
culpable de todo esto.
En fin, la cosa parece no tener remedio. Dios quiera
que nos equivoquemos.
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