Como decíamos en la anterior entrega, en ésta veremos algo sobre la novela histórica.
Las novelas históricas de Walter Scott (1771-18323), tuvieron mucho eco en prácticamente toda Europa, lo que produjo que los literatos le imitaran.
En España destacan Mariano José de Larra, con “El doncel de Don Enrique el Doliente”; Espronceda con “Sancho Saldaña”; José García Villalta con “El golpe en vago”, y Patricio de Escosura con “El patriarca del valle”.
A los cuatro años de la muerte de Walter Scott, publicó Martínez de la Rosa su ensayo “Doña Isabel de Solís, reina de Granada”, y posteriormente Enrique y Gil escribió “El señor de Bembibre”, obra que aventajó a las de su época, sobre todo por lo exactitud histórica.
Por mérito literario se pueden citar a Antonio Cánovas del Castillo con su obra “Campana de Huesca”, y a Castelar por “Suspiro del moro”.
Por otra parte, la novela romántica, al igual que la histórica, se inspiró en la literatura extranjera, principalmente de la francesa.
En este tema destaca Gertrudis Gómez de Avellaneda, con sus obras “La cabaña del tío Tom”, “Espatolino” y algunas más.
En cuanto a la novela nacional, puede decirse que es una transformación de la novela picaresca, apareciendo esta modalidad con Ramón de la Cruz con sus “Artículos de costumbres”; con Ramón de Mesoneros Romanos en su obra “Escenas matritenses”, y Pedro Antonio de Alarcón con “Diario de un testigo de la guerra de África” y “Cosas que fueron”.
En la próxima entrega veremos algo de la prosa en la primera mitad del siglo X I X, así como la crítica literaria y el romanticismo.
Continuará.
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