Como decíamos en la anterior entrega, en ésta veremos algo la producción dramática en este período del siglo XV-XVI.
Dicha producción, aunque fue abundante, no fue buena. Los dramaturgos de esta época se agrupan en las mismas escuelas que los poetas líricos, es decir, la tradicional castellana, fundamentalmente religiosa en la que destaca Juan del Encina, y la escuela italiana.
La escuela tradicional está representada, como ya hemos dicho, por Juan del Encina, cuyo verdadero nombre era Juan de Fermoselle (1469-1539) y que, según varios estudiosos, consideran a este literato como el fundador del teatro español.
Sus obras dramáticas están designadas con los nombres de representaciones, autos, farsas y églogas, en las que representan siempre temas de carácter religioso.
Sus obras profanas son un avance respecto a lo que se denominaba farsas y juegos de escarnio, como puede verse en el Auto de Repelón, impregnado de un sano y ameno realismo.
A esta obras deben añadirse la Égloga de Fileno y Zambardo, así como la de Cristino y Febea, además de la farsa de Plácida y Victoriano, que fue representada nada más y nada menos que en Roma en 1512.
Este autor contribuyó de forma notable al ennoblecimiento del incipiente teatro español.
Vean un extracto de una de sus Canciones:
“Tu sagrado advenimiento
dio principio a nuestra vida,
y el virgen concebimiento,
con tu santo nacimiento
nos dio ley muy escogida.
Tu santa circuncisión
y el ofrecer de los Reyes,
tu muerte y resurrección
tu milagrosa ascensión,
destruyó las falsas leyes;
y con tu recibimiento
se libró nuestra caída,
y el virgen concebimiento
con tu santo nacimiento
nos dio ley muy escogida”.
En la próxima entrega veremos los discípulos de Juan del Encina.
Continuará.
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