No nos estamos refiriendo a la película del mismo
título, protagonizada por el genial James Stewart, y por otras personas, no,
nos estamos refiriendo al mayor espectáculo del mundo que supone el que la
sujeta Begoña Gómez sea juzgada por un jurado popular ¡El desiderátum!, ya que
la sentencia obedecerá a un grupo de personas bañadas por asuntos ideológicos,
emotivos, sensibleros, etc, amén de estar pendientes de lo que digan los
“mass-media” más ad hoc al sistema.
Como ya saben, nueve ciudadanos, ciudadanas o
“ciudadanes”, sin nada de nada del saber legal y jurídico, van a acordar la
culpabilidad o la absolución de esta sujeta. Estamos ante el mayor espectáculo
del mundo, oiga.
Como recordarán, el jurado popular fue restaurado en
1995 cuando gobernaba Felipe González Márquez, que tanto critica ahora a Su
Sanchidad. Dicho jurado está compuesto por nueve personas titulares y dos
suplentes. Estos personajes salen de un sorteo que tiene lugar en la Oficina
del Censo electoral, eligiéndose posteriormente las personas que van a
componerlo.
Cualquier persona española, que simplemente sepa
escribir y leer, puede figurar como componente de esta “institución”,
descartándose fiscales, jueces, policías y altos grados de la política quedando,
obviamente, en manos de ciudadanos, ciudadanas o “ciudadanes” sin ningún
discernimiento, sin ninguna comprensión, sin ninguna noción, sin ninguna idea,
sin ninguna sapiencia, etc, del tema jurídico.
En fin, cuando la sensiblería, la “ternura” y el credo
ideológico se imponen a la razón y a la lógica jurídica, la justicia se humilla
y se relega a un espectáculo, que nada tiene que ver con la obra de Montesquieu
“El espíritu de las Leyes”. Razón tenía Alfonso Guerra cuando en 1985 dijo
aquello de “Montesquieu ha muerto” ¿Se acuerdan?


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