Como decíamos en la anterior entrega, en ésta veremos algo sobre el gran dramaturgo Pedro Calderón de la Barca (1609-1681).
Español hasta el alma, sus obras dramáticas han sido discutidas, alabadas, loadas y calificadas de la forma más diversa. Durante la segunda mitad del Siglo de Oro español, ocupó el puesto que había dejado el “Fénix de los Ingenios”, es decir, Félix Lope de Vega y Carpio.
Además de las obras dramáticas, Calderón escribió más de cien comedias, amén de setenta autos sacramentales y varias óperas y zarzuelas.
Los dramas son de carácter trágico unos, y otros filosófico-religiosos. Entre los primeros destacan “El mayor monstruo de los celos”, “El médico de su honra”, “A secreto agravio, secreta venganza” y “El alcalde de Zalamea”, una auténtica joya.
Entre los segundos destacan “La vida es sueño” y “El mágico prodigioso”.
Las comedias son de carácter histórico algunas, como “El Cisma de Inglaterra” y “La hija del aire”. Otras son de tipo mitológico, como “Fletón”, “La estatua de Prometeo”, “Apolo y Climene” y alguna más. También las hay de carácter caballeresco, como “La puente de Mantible” y “El castillo de Lindabridés”. Otras son se parodia, como “Céfalo y Pocris”, y otras de enredo, costumbristas y de capa y espada, como “La dama duende”, “Casa con dos puertas mala es de guardar”, “Peor está que estaba”, El secreto a voces”, “Mañanas de abril y mayo”, etc.
De las óperas y zarzuelas destacan “Eco y Narciso”, “El golfo de las sirenas” y “El laurel de Apolo”.
En cuanto al teatro, fue severamente criticado durante el siglo XVIII por sus autos sacramentales, ya que los neoclasicistas consiguieron que se dictase una ley para suprimir las representaciones durante la festividad del Corpus. Sin embargo, los románticos alemanes, entre ellos los hermanos Schlegel, lo defendieron, ya que consideraban que el teatro de Calderón era la representación clara y genuina de la dramaturgia española.
Por supuesto que en su teatro había aciertos y desaciertos. Sin embargo, ningún dramaturgo, tanto anterior, como posterior, logró dar al teatro tan alto valor, así como tampoco darle tan profundo sentido filosófico, además de divertir e instruir al público.
El lenguaje que usa Calderón, es correcto y elegante, aunque de vez en cuando usa “conceptismos” y “culteranismos”, que eran considerados en su tiempo como refinamientos.
En la próxima entrega, veremos algo sobre los autos sacramentales de Calderón.
Continuará.
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