Como decíamos en la anterior entrega, en ésta veremos algo sobre las protestas de algunos literatos por el mal gusto de culteranos, conceptistas y prosistas, que amenazaban invadir toda la literatura española.
Dichas protestas fueron promovidas y sostenidas por los poetas de la escuela aragonesa, así como por los de la escuela oriental, también llamada tradicional y sevillana.
Los más genuinos representantes de la mencionada escuela aragonesa los hermanos Lupercio y Bartolomé Leonardo de Argensola, y Esteban Villegas.
Quizá la obra más importante de los hermanos Argensola sean las “Rimas”. Sobre estos hermanos, dijo Félix Lope de Vega y Carpio (El Fénix de los Ingenios) que “vinieron de Aragón a reformar en nuestros poetas la lengua castellana, que padece por novedad frases horribles, con que más se confunde que se ilustra”.
Los Argensola tradujeron varias composiciones del poeta italiano Horacio. Escribieron también epístolas, odas, canciones y sonetos, destacando la canción “A la esperanza”.
Esteban Villegas, nada más y nada menos que a los catorce años, escribió una preciosa composición: “Delicias”. Las composiciones de este literato están clasificadas en tres grupos. Al primero pertenecen las traducciones de “Anacreonte”. Al segundo corresponden sus sátiras, elegías y sonetos, y al tercero pertenecen sus composiciones escritas “a la italiana”, o sea, imitando la métrica latina en la estructura de sus versos.
De la escuela oriental, tradicional o sevillana, se denominaba oriental porque estaba inspirada en las obras bíblicas; tradicional porque representaba genuinamente la protesta contra los “innovadores” literarios, y sevillana porque sus principales seguidores y adictos eran de Sevilla.
De esta escuela destacan Juan de Arguijo con sus sonetos, tales como “Al Guadalquivir”, “Las estaciones”, “A Tántalo”, “A Lucrecia”, “A Ícaro”, “A la muerte de Cicerón”, que transcribimos:
“Detén un poco la cobarde espada,
Cruel Pompilio, ingrato; y considera
La injusta empresa, que a tu brazo espera,
Y largos siglos ha de ser llorada.
¿Posible es que se ve tu mano armada
Contra el gran Tulio, a quien librar debiera
En igual recompensa de la fiera
Muerte, a tu ingratitud encomendada?
¡Oh, cuán poco aprovecha la memoria
Del recibido bien; que al obstinado
Ninguna cosa de su error le muda!
Desciende el golpe sobre la alta gloria
De la latina lengua; derribado
Deja el valor, y la elocuencia muda”. ( I )
En la próxima entrega continuaremos con los literatos de esta escuela: Rodrigo Caro, Francisco de Rioja, Juan de Jáuregui y Fernández de Andrada.
( I ).- Fuente: “Elementos de Literatura Española”, autor Miguel Sancho Barreda, Talleres Tipográficos, Tarragona 1930, página 268.
Continuará.
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