Así se intitula el libro de Sergio Wirkof, Imprenta
Gráfica Madrid 1944, 178 páginas.
Y continuamos con las entregas sobre este cruel y sádico sujeto, que fallecía en este mes de marzo, concretamente el día 5, pero de 1953.
En la página 171, nos dice Wirkof:
“La
peculiaridad de Stalin, lo que determina su elasticidad política y habilidad,
es que sabe destruir brutalmente a sus adversarios para incorporar a tiempo su
sistema político, los principios por los cuales les combatió. Así ocurrió con
el caso de Trotsky, a quien mató políticamente, pero cuyas teorías (en cuanto
las consideraba adecuadas) aceptó al poco tiempo, con lo cual consiguió la
reconciliación con muchos trotskistas moderados. Otro tanto ha venido haciendo
con la ‘oposición’ izquierdista, que sólo puede alcanzar la realización de sus
principios mediante el destierro y la prisión de sus jefes. Stalin es, ante
todo, un político ladino que mira impávido los hechos y las realidades y sabe
renunciar siempre a lo menos para conseguir lo más. La guerra produjo un
desasosiego inmenso en el seno de la alta dirección del Partido, donde
pululaban jerifaltes o aspirantes a serlo. Pues bien: el dictador rojo ha
aprovechado la ocasión para desembarazarse de los individuos que le estorbaban,
azuzando unos contra otros. Desde su temprana juventud es un maestro en este
terreno. Esta maestría, cuya primera piedra puso siendo un granujilla de las
calles de Tiflis, no la ha abandonado hasta hoy. Si en las filas del Partido se
volviese a formar una oposición poderosa, cosa que ya no era posible, por
muchas razones, Stalin acabaría dominándola a fuerza de estimular las bajas
pasiones, las rivalidades y los secretos de conducta sucia entre los cabecillas
adversarios”.
Continúa el autor relatándonos como “el terror es su recurso sistemático”
En fin, no seguimos más. El retrato de este
sanguinario sujeto ha quedado expuesto en los artículos que hemos insertado en
este blog.
Nota.- Como habrán leído, el autor habla de “Trotsky, a quien mató políticamente”.
Conviene recordar que Trostky fue asesinado en México en 1940 por el catalán
Ramón Mercader, cumpliendo las órdenes de Stalin. En la época que se escribió
este libro, esto no se sabía.
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