Como decíamos en la anterior entrega, en ésta y siguientes veremos algo sobre la novela, la didáctica y la oratoria en Siglo de Oro. Como en la anterior habíamos visto algo sobre la novela, ahora le toca el turno a la didáctica. Durante el calamitoso y desastroso reinado de Felipe IV (antepasado de este otro Felipe que tenemos ahora), que además de sus 12 hijos con sus dos esposas (la segunda sobrina suya), tuvo 30 hijos bastardos, pues eso, durante el reinado de ese sujeto, que abarca el segundo tercio del Siglo de Oro, aparecen ya los primeros síntomas de decadencia con las obras de Quevedo y Gracián, que introducen en la literatura española el conceptismo y el prosaísmo, que fueron el origen de la decadencia literaria.
Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645) hubiera sido un gran literato si hubiese sabido frenar un poco su imaginación y contener su ingenio dentro de los límites artísticos. En su misma época afloraron dos literatos de gran magnitud: Cervantes y Lope de Vega.
Quevedo, que se había quedado huérfano a los quince años, cayó en manos de gente que corrompió su juventud, despertando en él gérmenes nada buenos que afearon grandemente sus grandes cualidades. Su vida fue arriesgada y aventurera, estando preso varias veces, aunque no por esto dejaba de escribir en los calabozos.
Su obra didáctica más conocida es “Política de Dios y gobierno de Cristo”, en la que expone un sistema de gobierno basado en el Evangelio que, de aplicarse, seguro que no tendríamos el “pastel” actual que hay en esta impresentable España.
También escribió obras de carácter ascético, como “La cuna y la sepultura”, “Las cuatro pestes del mundo” y “Los cuatro fantasmas de la vida”.
En la próxima entrega veremos algo sobre Baltasar Gracián, así como algo de la crítica en el Siglo de Oro.
Continuará.
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