Continuamos con los libros “Poesía
española del Siglo de Oro”, Ediciones 29, Madrid 1990, 113 páginas; "Los
mejores romances de la lengua castellana", Edicomunicación, S.A.,
1999, 256 páginas, y “Gustavo Adolfo Bécquer. Rimas y Leyendas”,
Editorial EDIMAT LIBROS (Ediciones y Distribuciones Mateos), Madrid 1999, 317
páginas incluido “Índice”.
En la página 42 del primer libro se lee “Romance
del Nacimiento”, autor San Juan de la Cruz. El segundo párrafo dice:
“Los hombres decían cantares,
los ángeles melodía,
festejando el desposorio,
que entre tales dos había;
pero Dios en el pesebre
allí lloraba y gemía,
que eran joyas que la esposa
al desposorio traía;
y la Madre estaba en pasmo
de que tal trueque veía:
el llanto del hombre en Dios,
y en el hombre la alegría,
lo cual del uno y del otro
tan ajeno ser solía”.
En las páginas 136 y 137del segundo libro,
se lee “Romance que hizo un galán alabando a su amiga”
“De la luna tengo queja
y del sol mayor pesar;
siempre lo hubieron por uso
de no dejarme holgar.
¡Maldita se la fortuna
Que así me quieren tratar!
Nunca me da buen cumplido,
ni menos mal sin afán,
por una hora de placer
cien mil años de pesar.
Yo me amaba una señora
que en el mundo no hay su par.
las facciones que ella tiene
yo vos las quiero contar:
tal tenía la su cara
como rosa en rosal,
las cejas puestas con arco,
color fino contray,
los sus ojos tenía garzos,
parecen de un gavilán,
la nariz afiladica
como hecha de metal,
los labios de la su boca
como un fino coral,
los dientes tiene muy blancos,
menudos como la sal;
parece la su garganta
cuello de garza real,
los pechos tenía tales
que es maravilla mirar,
y contemplando su cuerpo
el día viera asomar”.
Rn las páginas 44 y 45, aparece la rima X
X V de Bécquer:
“Cuando en la noche te
envuelven
las alas de tul del sueño,
y tus tendidas pestañas
semejan arcos de ébano;
por escuchar los latidos
de tu corazón inquieto
y reclinar tu dormida
cabeza sobre mi pecho,
diera, alma mía,
cuanto poseo:
¡la luz, el aire y
el pensamiento!
Cuanto se clavan tus ojos
en un invisible objeto,
y tus labios ilumina
de una sonrisa el reflejo;
por leer sobre tu frente
el callado pensamiento
que pasa como la nube
del mar sobre el ancho espejo,
diera, alma mía,
cuanto deseo:
¡ la fama, el oro,
la gloria, el genio!
Cuanto enmudece tu lengua,
y se apresura tu aliento,
y tus mejillas se encienden,
y entornas tus ojos negros;
por ver entre sus pestañas
brillar con húmedo fuego
la ardiente chispa que brota
del volcán de los deseos,
diera, alma mía,
por cuanto espero,
¡ la fe, el espíritu,
la tierra, el cielo!”
Continuará.


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