Como decíamos en la anterior entrega, en esta última
veremos algo sobre la influencia del pensamiento de Epicuro, pensamiento que
aún se defendía trescientos años después, y también en estos momentos por parte
de algunos, algunas y “algunes”.
El filósofo romano Tito Lucreio Caro, que vivió entre
los años 99 y 55 a. de C., que fue conocido por su obra “Sobre la naturaleza de
las cosas” (en latín “De rerum natura”), notificó y expresó su devoción por
Epicuro, llegando a decir que éste había sido el primer griego "que se atrevió
a alzar sus ojos contra una religión plena de obligaciones y amenazas contra
los pobres mortales. Fábulas, rayos y represalias celestes no lograron otra
cosa que azuzar su rebeldía y despertar su afán por descubrir los secretos de
la naturaleza".
De este modo y manera triunfó Lucrecio, rompiendo los
muros y las cercas de los temores atávicos
y hereditarios, para inmiscuirse en los misteriosos y velados secretos cosmológicos con el objeto de
enseñarnos “todo lo que se puede saber sobre lo que nace y muere, y todo
sobre las leyes que rigen el mundo material”. Pedantería infumable, oiga.
En fin, con la cita obra “De rerum natura”, el
pensamiento de Epicuro se convirtió en una auténtica doctrina, dogma, credo,
etc, que expresaba que la materia era autosuficiente. De lo que no dice nada es
sobre el principio y fin de la materia, así como tampoco dice nada de quién fue
el Creador de la materia. El populismo, la logomaquia y la demagogia se ven
aquí claramente: lo que dicen Lucrecio y Epicuro es la verdad, porque lo que
dicen los “otros” es mentira.
Nota.- ¿Existiría en aquellos tiempos “epicureistas”
un telescopio como el “James Webb”, para ver la imagen del Cosmos que adjuntamos?


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