No hace mucho tiempo, había un acuerdo de carácter
moral y ético que señalaba lo que era noble, virtuoso, digno, moderado,
respetuoso, decente, etc, etc, a la vez que señalaba también lo que era inadmisible,
ilógico, incoherente, falso, descabellado, etc. Hoy ese acuerdo ya no existe,
ya que muchos, muchas y “muches”, aprovechándose de la estulticia del “pueblo
soberano”, han destruido y pulverizado todo lo que suene a valores y principios
éticos y morales, aunque se haya visitado al Papa.
Entre los muchos desastres de este asunto, uno de los
principales es el tema del lenguaje, que está dominado por una “ideología de
género” en la que se habla de hombres y mujeres, y de otros, otras y “otres”,
pero nunca de personas o de seres humanos. El “progresismo”, para algo está,
oiga.
Como ya saben, dicho progresismo se le considera como
una ideología de carácter político que, según sus fundadores, sus creadores,
sus animadores, etc, es defensor de las libertades individuales y de la
justicia social, aunque cuando dichos fundadores y creadores cogen la sartén
por el mando, caca de la vaca flaca de libertades y justicia.
Y terminamos comentando el manido asunto que nos
enseña que si una nación no aprende de su pasado y de su historia, sin tener en
cuenta el futuro, ira de bruces al precipicio, al barrando, al despeñadero, al
pozo o al abismo.
Nos viene a la memora una frase del que fuera
presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt:
“Un progresista es un hombre con ambos
pies firmemente plantados en el aire”.


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