Y seguimos con el tema.
Como decíamos en la anterior entrega, en ésta veremos
algo sobre la libertad de elección.
La verdadera libertad, bajo nuestra modesta opinión,
es la de buscar nuestro propio bien bajo nuestra propia voluntad, sin
perjudicar, obviamente, a las demás personas que buscan también su propio bien.
La sociedad se favorece, se protege, se aprovecha, se beneficia, etc, más, si
se permite a cada ser humano vivir a su manera. Pero si hay algunos, algunas y
“algunes” que persiguen y pretenden que se viva como los demás, el desastre
está demostrado, aunque esto no lo vean los “internacionalistas”.
Resumiendo: cada persona es libre de optar y preferir
lo que le venga en gana, siempre y cuando que el resto de las personas no se
vean damnificadas ni desfavorecidas.
Pero, claro, oiga, cuando una persona comete un error,
en vez de convencerla del equívoco, se le inculcan opiniones, juicios,
criterios, conceptos, etc, con fines casi siempre políticos, aunque se “cambie
de opinión”.
Hoy día el bien y la verdad son según convenga, ya que
se inculcan al “pueblo soberano” reglas, pautas, políticas, normas, principios,
etc, que vienen de fuera, todo ello auspiciado, favorecido, sufragado y
amparado por ya sabemos quién. Y así nos luce el pelo, ya que estos, estas y “estes”
nada quieren saber de la libertad, ni de los derechos individuales, defendidos por otras personas a las que se odia.
En la próxima entrega veremos algo sobre la libertad
moral.
Continuará.


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