Y terminamos con el tema.
Como decíamos en la anterior entrega, en esta última
veremos algo sobre la libertad moral.
Durante nuestra vida estamos casi todo el tiempo con
prácticas, normas, modos, hábitos, costumbres, etc, etc, productos de la
libertad y del derecho. Pero si dicha libertad y derecho desaparecen por la
intromisión del Estado, entonces ya no se podrá decidir ni optar por lo que nos
conviene, sino por lo que conviene a la curia “nomenklaturizada” y apoltronada.
Una vez que este “complexo” tiene la sartén por el mango,
las decisiones y proyectos personales se acaban, convirtiendo nuestro “modus
vivendi” en establecido, ordinario, rutinario, lánguido, triste, molesto,
tedioso, y todo lo que ustedes quieran añadir. En una palabra: las personas ya
no podrán conseguir los objetivos y metas que se propusieron, cayendo en una
miseria moral de muchos quilates.
Obviamente, esto es consecuencia de la ausencia de
libertad política, que trae como consecuencia todos los desastres que ya se
saben, aunque algunos, algunas y “algunes” lo nieguen, a pesar de estar
sobradamente demostrado. Ahí están la pobreza, la ignorancia, la opresión, la
inseguridad y la miseria.
Una verdadera sociedad, que no se vea “redimida” por
la costosa casta política, será una sociedad abierta en la que cada ser humano
es la raíz y origen de su propio prestigio. En caso que sea “redimida”, caerá
en la ruina y en el fracaso.
Estos “internacionalistas”, a pesar de su populismo,
de su demagogia y de su logomaquia, nada quieren saber del pluralismo, de la
complejidad, de la dualidad, de la consideración, de la avenencia, de la
comprensión, de la tolerancia, etc, etc, que son verdaderos valores éticos y
morales, aunque, claro, hablar a este “complexo” de estos conceptos, es como
pedir peras al “horno”, que diría un votante sociata.
En fin, lo peor de dichos “internacionalistas” es el
fanatismo, el fundamentalismo, la obcecación, la ceguera, la inflexibilidad,
etc, etc, que defienden y sienten por sus doctrinas.


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