Probablemente el dinero y el
amor sean los temas sobre los que más se ha escrito y se escribe. Es
prácticamente imposible que en cualquier libro no se mencionen. En las
revistas, periódicos, tanto digitales como impresos, etc, siempre están
presentes. Vamos a dedicar, de forma muy somera, unas líneas al dinero. Parece lógico preguntarse, en
primer lugar, cómo se ha creado el dinero y cuál es su origen. El dinero es única
y exclusivamente un medio, o un instrumento, de intercambio de bienes. Si estos
bienes no existen porque no hay personas que los produzcan, el dinero
automáticamente no vale para nada.
Si un consumidor quiere
comprar un producto, lo que hace es una transacción entregando un valor y
recibiendo otro. Conviene recordar aquí que “valor es la estimación que hace
el consumidor de la capacidad total del producto para satisfacer sus
necesidades”.
Evidentemente la idea del
dinero lleva implícita la idea de producción de algo. Imaginemos que un
automóvil, o el ordenador en el que escribimos, por ejemplo, han sido
producidos y creados por seres que no tienen inteligencia. Imaginemos también
que queremos hacer unos injertos de distintas plantas. Lo primero no nos entra
por la cabeza, y lo segundo no lo podremos ni sabremos hacer sin adquirir la
experiencia y conocimientos de los que lo hicieron anteriormente. Conclusión:
la inteligencia humana es la base, el principio y la raíz de todos los bienes y
riqueza producidos.
Por otra parte, como es
sobradamente sabido, hay personas e ideologías políticas que sostienen que el
dinero lo obtienen los “fuertes” a costa de los “débiles”. Cuando nombran la
palabra “fuertes”, es que se está haciendo o ejerciendo una fuerza. Habría que
preguntarles a qué clase de fuerza se refieren porque, como vimos antes, la
riqueza surge como producto de la capacidad que tiene el ser humano para
pensar. Entonces, el dinero que obtuvieron, creando inmensas industrias y
millones y millones de puestos de trabajo, los Edison, Franklyn, Otto, Daïmler,
Benz, Einstein, Fleming, esposos Curie, y demás descubridores e inventores,
¿fue acumulado expensas de los que no inventamos nada? ¿Qué clase de “fuerza”
se ejerce en esto? Si pagamos una cantidad de dinero por nuestros ordenadores,
no nos estará explotando Bill Gates. Y si este señor es inmensamente rico, será
porque hay millones y millones de seres humanos que están de acuerdo en
adquirir el producto de su inteligencia ¿Dónde está la explotación?
Y aquí viene la madre del
cordero: si un holgazán, un maleante o un vago no producen nada, ¿con qué
derecho va a reclamar a alguien que produce y trabaja? Otra cosa es que reclame
una prestación o ayuda, una persona que esté buscando un trabajo, pero no lo
encuentra. Aquí sí que hay derechos.
En fin, el tema daría para
muchísimo más. Poco se piensa en estas someras consideraciones que hemos hecho.
En lo que sí se piensa es en los postulados envenenados de Carlos Marx (que,
por cierto, derrochaba y era un mal pagador) y de Lenin, que vivió a costa de
su madre hasta los 40 años, los cuales presentan a los industriales como
auténticos saqueadores, siendo su prosperidad motivo de culpa y de vergüenza.
Se les tacha, asimismo, de que sus fábricas e industrias, que son producto del
trabajo honrado, lo son por el empleo del látigo contra el pobre proletario,
convertido en casi un esclavo. El látigo se emplea en los países comunistas. Y
si no que se lo pregunten a los 145 millones de pobres que estos postulados han
dejado la destartalada URSS.
Nota.- Recomendamos leer los
comentarios sobre los libros “El verdadero Lenin”, insertado en este
blog con fecha 26 de enero de 2017, y “Conspirador. Lenin en el exilio”,
insertado con fecha 31 de enero de 2017.
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