domingo, 16 de diciembre de 2018

De pena



Como ya saben, El Defensor del Pueblo es una institución, u órgano, encargado de que se respete y se vele lo escrito en el Título I de la Constitución de 1978, que dice:

“La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás son fundamente del orden político y de la paz social”.

Además de esto, tal institución puede revisar las actividades de la Administración.

Es una verdadera pena que el mentado Defensor, no haga prácticamente nada sobre lo expuesto.

Es también una verdadera pena que se tenga que defender con uñas y dientes, como si estuviésemos en un país totalitario de corte islámico o comunista, la libertad de expresión y demás tipos de libertad.

También es de pena que, por mor de una “educación”, que tal parece que es un adoctrinamiento impartido por ya sabemos quién, no podamos transmitir a nuestros hijos la educación que queramos.

Es asimismo una verdadera pena que se sigan, de una manera ciega y fanática, las instrucciones y los pasos de líderes y “pensadores”, cuyas ideologías están totalmente trasnochadas y obsoletas.

También es penoso y hasta dolorosísimo, tener que aplaudir a alguien, cuando lo que apetece es gritar.



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