domingo, 17 de septiembre de 2017

“Un coronel llamado Segismundo” ( I V )


El título completo del libro es “Un coronel llamado Segismundo. Mentiras y misterios de la guerra de Stalin en España”,  autor Francisco Félix Montiel, Editorial Criterio-Libros 1998, 235 páginas incluido Índice onomástico.


Y continuamos con este magnífico libro del ex comunista Francisco Félix Montiel. En las páginas 64 y 65 se lee:

“Los rusos se habían equivocado, como a menudo ocurría cuando tropezaban con las condiciones y las circunstancias internas de los países donde actuaban sus agentes. La retirada del Gobierno pura y simplemente, era, por lo menos, confesar cierto desinterés o despego en relación con una guerra de la que el comunismo, por su intervención en ella, venía obteniendo dentro y fuera de España considerables dividendos políticos. Era un capital que no se debía desbaratar precipitadamente. El comunismo no podía aparecer como alejándose o desinteresándose de una lucha que había despertado la adhesión de muchos millares de hombres y mujeres de todo el mundo a las banderas del Komintern. La fórmula (resuelta en las discusiones de Barcelona entre comunistas españoles y representantes directos del Kremlin)  era un cambio pérfido que sin duda ‘mejoraba’ los términos del planteamiento. Significaba continuar presentándose como los más abnegados defensores de la República y como los motores del gobierno. El comunismo iba a actuar ocultamente sin dejar traslucir ninguna desafección.  Iba a actuar como una venenosa quinta columna desde dentro de la República, y mejor estando en el Gobierno y con hombres suyos en los puestos de decisión militar y política. Se le daba a la propuesta soviética un giro mucho más alevoso y más eficaz. Los comunistas. Los comunistas iban a ser de hecho los organizadores de la derrota ( ya veremos cómo), pero debían encontrar la manera de culpar a otros del desastre y seguir apareciendo ellos como  los más consecuentes luchadores, como los campeones dela ‘resistencia’, como los más leales defensores de la causa republicana. Los comunistas debían salir de la lucha con las banderas limpias y en alto. Los traidores serían todos los demás. Hay que reconocer que la nueva fórmula, más sinuosa y retorcida, quedaba más centrada en la naturaleza de disimulo y doble juego propia del marxismo-leninismo como doctrina y como experiencia universal.
Puede entenderse, a la vista de los hechos históricos, que el plan de Stalin no era simplemente la huida frente a ‘posibles complicaciones internacionales’, como dijeron representantes del Kremlin, sino algo mucho más concreto y atrevido: el pacto con Hitler. Este pacto, consumado en agosto de 1939, debió levantar sospechas en los que habían seguido con pasión política la lucha por la República, sospechas – digo – sobre la claridad y la limpieza del ‘antifascismo’ de la URSS y de los comunistas. Debió hace reflexionar sobre muchos sucesos, visibles y resonantes, que fueron multiplicándose en los últimos meses de la guerra”.

Sobre el tema del pacto Hitler-Stalin, nos dice Montiel en la página 67:
“ . . . el escandaloso hecho de que en diciembre de 1936, agentes personales de Stalin ya hicieron exploraciones de entendimiento con Berlín . . . diciembre de 1936, en plena guerra española, cuando estaba desarrollándose la heroica defensa de Madrid, con tanques y aviones rusos y con las Brigadas Internacionales”.

Recomendamos leer el libro.


Continuará.





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