sábado, 30 de septiembre de 2017

Época de solemnidad


Ya que hay que "recuperar la memoria histórica", vamos a ello y, como siempre decimos, la más reciente.
Allá por el verano del año 2009, en pleno "zapaterato", se celebró en Barcelona una manifestación en favor del idioma español y en contra de la imposición lingüística de la lengua vernácula que se quería, y se quiere hacer, no sólo en Cataluña, sino también en Galicia y en Vascongadas. La protesta nació, básicamente, de los padres de los alumnos que tenían, y tienen, verdaderas dificultades para que sus hijos aprendan correctamente el español.

Estos “nazionalistas” no se dan cuenta, que nuestro idioma es el segundo que más se estudia en el mundo: 14 millones de jóvenes lo están aprendiendo en casi 100 países y que, en EE.UU., por ejemplo, en muchos estados es la primera lengua.

La consecuencia que se saca es una terrible paradoja: mientras que en el mundo se intenta aprender la lengua española, en la propia España se la está marginando, tratando de convertirla en un mero asunto de tradición oral.

Por otra parte, como ya sabrán nuestros lectores, Bernat Joan dijo en un curso de “planificación lingüística”, que no haría falta la asignatura de la lengua española en las escuelas. Textualmente dijo: “Aunque no se enseñara en el sistema educativo de Catalunya, la gente sabría castellano por pura inmersión en el medio”.

Es decir, la lengua española se aprendería en la calle.

Luego está “La modalidad lingüística” de Andalucía. Aquí la cosa es poco menos que esperpéntica debido a que en aquella comunidad existen varias formas de hablar el español. Si en Almería y Jaén, por ejemplo, se habla muy parecido a como se habla en Murcia y La Mancha, respectivamente, ¿qué “modalidad” se aceptará? ¿El andaluz batúa? Posiblemente. Los comisarios lingüísticos están para algo: se extenderán certificados del dominio del andaluz (si se pronuncia bien la jota, la zeta o la ce) y se quedarán muchas personas sin trabajo, aunque hayan sido brillantes estudiantes en Salamanca, por ejemplo.

Como parece que estamos en una época de “solemnidad”, se siguen diciendo bobadas y sandeces solemnes. Asombrados estamos, mi lord.


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