lunes, 15 de mayo de 2017

La vigencia de una poesía "parlamentaria"


A continuación publicamos una poesía de Fray Junípero Serra, sacerdote y evangelizador franciscano mallorquín, fundador de varias misiones, entre ellas las de Los Ángeles, San Francisco, San Diego y Sacramento de la California de los apaches de aquel entonces. Decir también que es el único español que tiene una estatua en el National Statuary Hall del Capitolio que, como ya saben, es donde reside el poder legislativo de los EE.UU. Fray Junípero nació en 1713 y murió en 1784.

Como verán, al final de la poesía habla del “Parlamento”. Algunos dicen que este hombre no sabía lo que era un parlamento. Nosotros opinamos que sí lo sabía, porque la Declaración de Independencia de EE.UU. se produjo el 4 de julio de 1777, es decir, siete años antes de morir Fray Junípero, y que el Preámbulo de dicha Declaración está influido por un espíritu republicano.

La poesía es la siguiente:




“Déjame dormir, mamá

Hijo mío, por favor,


tu blando lecho salta.


Déjame dormir, mamá,


que no hace ninguna falta.


Hijo mío, por favor,


levántate y desayuna.


Déjame dormir, mamá,


que no hace falta ninguna.


Hijo mío, por favor,


que traigo el café con leche.


Mamá, deja que en las sábanas


un rato más aproveche.


Hijo mío, por favor,


que España entera se afana.


¡Que no! ¡Que no me levanto


porque no me da la gana!


Hijo mío, por favor,


que el sol está ya en lo alto.


Déjame dormir, mamá, no pasa nada si falto.


Hijo mío, por favor,


que es la hora del almuerzo.


Déjame, que levantarme


me supone mucho esfuerzo.


Hijo mío, por favor, van a llamarte haragán.


Déjame, mamá, que nunca


me ha importado el qué dirán.


Hijo mío, por favor, ¿y si tu jefe se enfada?


Que no, mamá, déjame, que no me va pasar nada.


Hijo mío, por favor, que ya has dormido en exceso.


Déjame, mamá, que soy


diputado del Congreso y si falto a las sesiones


ni se advierte ni se nota.


Solamente necesito


acudir cuando se vota,


que los diputados somos


ovejitas de un rebaño


para votar lo que digan


y dormir en el escaño.


En serio, mamita mía,


yo no sé por qué te inquietas


si por ser culiparlante


cobro mi sueldo y mis dietas.


Lo único que preciso,


de verdad, mamá, no insistas,


es conseguir otra vez


que me pongan en las listas.


Hacer la pelota al líder,


ser sumiso, ser amable


Y aplaudirle, por supuesto,


cuando en la tribuna hable.


Y es que ser parlamentario


fatiga mucho y amuerma.


Por eso estoy tan molido.


¡Déjame, mamá, que duerma!


Bueno, te dejo, hijo mío.


Perdóname, lo lamento.


¡Yo no sabía el estrés


que produce el Parlamento!”



Como pueden ver, esta poesía casi 250 años después, aún sigue vigente ¿O no?


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